9. Adoración

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Nanami lo está besando. A él. A Mahito.

Y no, no está soñando esta vez, no es algo que el hechicero hace sin darse cuenta. Y aunque Mahito fue quien inició aquel primer beso, tampoco fue esa su principal motivación para después seguir a Nanami. O eso es lo que pensaba.

Aquella vez Mahito lo besó por pura curiosidad y fue sorprendido por la reacción del humano. Descubrió muchas sensaciones nuevas que después no volvieron a repetirse. Quedaron tapadas por otras emociones diferentes, tan novedosas como fascinantes. Sin embargo, hubo veces en que él mismo se descubrió tocándose la boca sin darse cuenta. Algunas películas le recordaban algo de ese cosquilleo particular, de aquel abrazo apasionado y lo hacían removerse incómodo en el sillón. Hubo noches en que se paró al pie de la cama del hechicero y lo observó dormir durante horas.

Atrapar a otro humano y repetir la experiencia estaba fuera de toda consideración; el sólo imaginarlo lo asqueaba sobremanera. Ninguno era como su humano, ninguno era igual a Nanami. Por esta razón, Mahito jamás se planteó la posibilidad de pedirle a Nanami repetir el beso. La sola idea de que el hechicero pudiese sentir ese mismo asco hacia él lo desalentaba de cualquier iniciativa. Y aunque Mahito lo hubiera abrazado cuando pelearon, se hubiera burlado de él por su "miedo picante" o lo hubiera acariciado en el tren hasta hacerlo transpirar, jamás imaginó que llegaría el día en que Nanami lo besaría por voluntad propia. Y que él mismo estaría tan deseoso de que lo hiciera. Tan terriblemente emocionado de que lo haya hecho.

Ahora, acunado en los brazos del hechicero, todos los pensamientos e inseguridades comienzan a desvanecerse sin esfuerzo. Una palma agradablemente áspera se desliza a un ritmo seguro por su espalda, unos dedos suaves se deslizan con cuidado por su pelo. Nanami lo abraza con cautela, como a un tesoro que reverencia y teme perder. La potente mezcla hace que un pequeño sonido escape de la boca de Mahito mientras se funde con el hechicero, trazando con los suyos cada aleteo de los labios de Nanami. Se encuentra a sí mismo abriéndose aún más, inclinándose atentamente hacia el embriagador abrazo. Cuando la ágil lengua se desliza en su boca, los embriagadores sabores del miedo y el anhelo se combinan, enviando un calor purificador a través de su alma como el dulce vino tinto. Mahito se estremece cuando la sensación que todo lo consume lo debilita, haciendo que sus piernas tiemblen mientras su mente se vuelve ligera. Sin embargo, es incapaz de detener esta acuciante debilidad, y no lo haría, aunque pudiera. Sus dedos se aferran a la camisa del hechicero mientras se inclina más hacia él.

Los ojos gris y azul se abren despacio cuando Nanami se aleja un poco al terminar el beso. Es un momento apenas, pero para Mahito es la oportunidad para recobrar conciencia de su entorno. El borde de la mesa que le impide ir más atrás. El propio cuerpo de Nanami pegado al suyo, intenso y fuerte aún a través de la ropa.

—Más —pide Mahito en un susurro sin dejar de mirar la boca del rubio, que se curva en una sonrisa justo antes de acercarse para cumplir su deseo.

Ahora es Mahito quien acaricia el suave cabello de la nuca del hechicero. Quien lo empuja hacia sí para invitarlo a un beso más profundo, más intenso. Nanami comprende su anhelo porque también es el propio, por eso estrecha su abrazo con más fuerza y seguridad. Sus dedos sujetan la cabeza de Mahito por entre los cabellos celestes, aprietan un poco, pero sin perder su delicadeza. Una combinación impensable para Mahito y que se complementa con la intensidad del beso. Sus labios siguen tocándose y buscándose, pero con una presión diferente, una que implica el afán de explorar y poseer. Y con este propósito la lengua de Nanami conquista cada centímetro a su alcance; empuja, toca y rodea la de Mahito provocando otro sonido que asciende desde la garganta de la maldición al mismo tiempo que sus piernas vuelven a aflojarse. Mahito no puede hacer otra cosa más que aferrarse a Nanami para compensar esa súbita sensación de que el suelo se abrió bajo sus pies. Algo que sabe que no es cierto, pero su cuerpo manifiesta lo contrario.

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