12. Preguntas 2

291 44 55
                                    


Nanami abre la puerta corrediza y entra al cuartito privado.

—¿Ya estás mejor? Shoko me retó porque dijo que fue mi culpa que te pusieras mal.

Nanami asiente y fuerza una sonrisa. Gojo parece sincero. De todas formas, no puede permitirse bajar la guardia.

—Claro que sí. Y también te pegué —acota Shoko—. ¿No me llamaste porque Nanami estaba con problemas y querías que lo animáramos? Y en cambio te la pasas hablando de trabajo cuando ni siquiera regresaron a sus casas. ¿O me equivoco?

—No te equivocas —responde Nanami. Se alegra de que esta vez su tono suene más firme y normal—. Estuvimos cinco horas en el auto. Ijichi incluso nos está esperando en...

—¿Encima lo haces esperarte? ¿Pero qué clase de monstruo egoísta eres, Satoru Gojo?

El mencionado vuelve a quejarse por los golpes en su hombro y espalda. Nanami aprovecha que un mesero se asoma a la puerta para pedirle una botella de agua mineral y un café.

—Ey, ¿ya no bebes más? —protesta Gojo, apartando la mano de Shoko—. Pero si ni siquiera empezamos...

—Ni una gota más por hoy.

—Nanami, lo lamento en serio —dice Shoko—. Yo tampoco debí haber hablado de trabajo. Cuéntanos. ¿Qué problema tienes?

—No me pasa nada, tranquila. Son cosas de Gojo.

Nanami se sirve agua y toma un buen trago refrescante.

—Está enamorado. Eso le pasa —declara Gojo.

Nanami empieza a toser, atragantado con el agua que no se animó a escupir. Otra vez, Gojo se ríe mientras Shoko lo reta y trata de calmar a Nanami, quien se ha puesto rojo, tanto por el ahogo como por la vergüenza.

—Gojo, ¿qué te pasa hoy? ¡Estás terrible! —dice Shoko.

—¿Yo estoy terrible? Tendrías que haberlo visto —señala con el vaso de jugo a Nanami—. Estos cinco días se la pasó suspirando, chasqueando la lengua y gruñendo como un zombi. En mi pueblo a eso lo llaman "mal de amores".

—¿En serio? —pregunta Shoko. Su sonrisa asoma entre su rostro de preocupación, más interesada en participar del chisme que de castigar a Gojo—. ¿Estás enamorado, Nanami?

—¡Claro que no! ¿Cómo puedes creerle? Sólo lo dice para molestarme.

—¡Vamos! Admítelo de una vez. Si estas más rojo que un tomate —se burla Gojo—. Cuéntanos. ¿Quién es la afortunada?

Nanami mira a uno y a otro; los ojos de Shoko brillan con curiosidad y Gojo sonríe con suficiencia. Nanami suspira, derrotado. Sabe que no lo dejarán ir hasta que les cuente lo que quieren saber.

—No les voy a decir el nombre. La conocí hace poco.

—¡Entonces es verdad! —exclama Shoko, batiendo las palmas.

Ambos, Shoko y Gojo se acomodan en sus almohadones y sonríen expectantes.

—¿De dónde la conoces? ¿Es hechicera? —pregunta la doctora.

—No. No tiene nada que ver con el mundo de la hechicería. Nos conocimos de casualidad.

—¿De tu anterior trabajo?

DomesticameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora