7. Celos

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Tras salir de la panadería caminan en silencio la primera cuadra, cada uno absorto en sus propios pensamientos. Mahito todavía siente su cuerpo revolucionado por la nueva experiencia, un cosquilleo electrizante cercano a la euforia que lo recorre de pies a cabeza. No es como la alegría de sobrevivir a una pelea o de adquirir una nueva técnica o de progresar en sus experimentos. Tampoco se compara a cuando logró desarrollar su expansión de dominio. Mahito apenas puede mantener el paso sin ponerse a saltar cuando camina.

—¡Nanami! ¡Nanami! Esto sí que fue emocionante, ¿no te parece?

—¿Emocionante? Fue una terrible imprudencia de mi parte. Poner a esa chica en semejante peligro...

Nanami camina a paso rápido mientras menea la cabeza con gesto de preocupación. Mahito lo mira y guarda silencio; su sonrisa se desvanece mientras camina a su lado. Sin embargo, su entusiasmo se resiste a desaparecer y vuelve a insistir.

—Pero Nanami, ¿no viste que al final no le hice daño? En otro momento la hubiera matado sin dudarlo. ¡Deberías felicitarme en vez de estar enojado! —exclama Mahito con una gran sonrisa.

Nanami se detiene y lo mira. Su mandíbula está tensa y el ceño fruncido.

—¿Que te felicite, dices?

—¡Claro! Es lo que corresponde. Vamos, que no te de vergüenza. Te escucho.

Mahito se para con una mano en la cintura y se toca el pecho henchido de orgullo esperando el elogio. Nanami lo mira, parece dudar, luego dice en tono serio.

—Bueno, considerando que eres una maldición supongo que sí hiciste un gran esfuerzo en controlarte. Te lo agradezco.

Mahito asiente y espera más elogios. Nanami dice:

—Y te felicito por eso. Ahora apurémonos que perdemos el tren.

Da un paso y Mahito se para delante para detenerlo.

—¡Ey! ¿Eso es todo?

—¿Y qué más quieres?

Mahito lo observa. No necesita tocarlo para poder ver su alma. Ella tiembla con los colores del miedo, la vergüenza y la incomodidad. Y una pesada, permanente capa de culpa que enloda todos sus bellos colores. Nanami mira de reojo a su alrededor, a las decenas de personas que caminan en esa calle céntrica. Mahito puede leer su intención con solo verlo. El hechicero está calculando los posibles daños si la maldición que tiene enfrente se volviese vengativa de pronto. Lo que dice Nanami a continuación confirma su sospecha.

—Escucha, tienes razón. Estuviste genial. Fue mi culpa por haberte llevado.

Nanami mira a Mahito, quien ya no sonríe, sino que lo mira serio y muy atento a sus palabras, por lo que decide continuar.

—Actué de manera irracional y para nada profesional. Nos puse a todos en peligro. A decir verdad, fuiste el único que se comportó por encima de lo esperado y que cumplió su palabra y la sigue cumpliendo. En serio eres admirable, Mahito. Cada día te superas más y más. En ese sentido eres mucho mejor que yo.

Nanami cierra su discurso con una sonrisa triste. Mahito también capta un temblor en la comisura de los labios, producto de los nervios del hechicero. Sí, tal como sospechaba, Nanami es muy consciente ahora mismo del peligro que corren todos allí, por eso agregó lo de "sigues cumpliendo con tu palabra". Y no es para menos. Bien podría ahora mismo extender una mano y transformar a esta mujer que pasó a su lado. O a aquel oficinista que viene caminando. Podría hacerlo estallar y la sangre bañaría el cuerpo de Nanami. De hecho, podría matarlos a todos. Eso estaría genial.

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