21. Domingo

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Recostado a lo largo del sofá, Mahito baja el libro sobre su vientre y suelta un bostezo exagerado. Son las 3 p.m. del domingo. El sol entibia la tarde silenciosa y amable. Tan tranquila luego de los muy ajetreados días previos, que hasta pareciera que las horas transcurren más despacio. Casi ni se siente el sonido del tráfico ni de la ciudad. El clima otoñal es, además, perfecto: templado y apacible. Una brisa suave entra por la ventana abierta y agita despacio las hojas de las plantas. En el otro extremo del sillón Nanami baja su propio libro y acaricia las piernas de la maldición que descansan sobre su regazo.

—¿Qué pasa? ¿Ya te aburriste?

—No, bueno sí. Es que, ¿a quién se le ocurre pensar que una historia con mayordomos y ama de llaves podría ser interesante?

—No sé —dice Nanami, encogiéndose de hombros—. ¿A los miles de lectores, tal vez? ¿O a los que le otorgaron el Booker Prize? A los que decidieron adaptarlo a una película; a los...

—Sí, sí, bla, bla, bla... Eso no lo hace interesante.

—Bueno, son datos importantes...

—¿Tú lo leíste, Nanami? Está en inglés...

El hechicero toma el libro que le extiende Mahito. Acaricia las letras en relieve del título en la sobrecubierta: "The remains of the day". Es una bella edición de tapa dura.

—Sí. Hace muchos años; me lo regalaron cuando trabajaba en la financiera y manejaba el inglés mucho mejor que ahora.

Lo abre y mira con una sonrisa las páginas finamente encuadernadas mientras lo hojea. Luego agrega:

—La prosa de Kazuo Ishiguro es muy elegante. Debería releerlo, aunque sea para practicar un poco. Recuerdo que me gustó mucho.

—A mí me aburre. Pensé que era de guerra; como decía "guerra"...

—Bueno, transcurre entre guerras, pero no es de acción. Es de romance. Un drama, en realidad.

—Con razón ¡Qué aburrido!

Mahito hace una mueca graciosa mientras le saca el libro de las manos a Nanami y lo deja sobre la mesa de café. Nanami protesta.

—Oye. Has leído libros mucho más aburridos que este... ¿Qué haces? Déjame...

Mahito suelta una risita mientras con el pie toca y empuja la mejilla de Nanami.

—Quédate quieto. Después no te quejes cuando no te suelto —le advierte Nanami mientras le aparta el pie, sujetándolo del tobillo.

—Yo nunca me quejo.

Una nueva risita; con el otro pie le estruja la mejilla opuesta. Nanami lo atrapa y mantiene el pie sujeto bajo su brazo.

—Ah, ¿no? ¿Y quién era el que lloraba ayer? "Basta, Nami. No puedo más, Nami".

Mahito trata de no reírse de la imitación. Con gesto pícaro se muerde el labio inferior mientras estira como un elástico el tobillo que agarró Nanami primero. Su pie da una vuelta y sus dedos frotan el cabello rubio hasta despeinarlo.

—En serio, Mahi... Compórtate...

Nanami se queja por sobre las risitas de Mahito. Trata de atraparle el pie mientras el tobillo se alarga y se enrosca cada vez más fuera de su alcance. Finalmente se da por vencido. El hechicero resopla mientras permite que la maldición ponga el pie sobre su cabeza. Mahito se ríe satisfecho mientras disfruta de la textura que percibe: la rudeza del cuero cabelludo en contraste con lo sedoso del cabello rubio, más largo en la parte superior. Baja a la nuca y allí sube y baja por el cabello corto. El contacto le produce unas cosquillas que lo hacen estremecerse. Nanami lo ignora como puede. Toma su propio libro y lo abre sobre la otra pierna de Mahito, la que todavía mantiene atrapada bajo su brazo. Con estoica serenidad busca la página en donde estaba leyendo. Mahito lo observa embelesado mientras le acaricia la nuca, el lóbulo de la oreja. Se quedaría horas contemplando ese perfil hermoso, su expresión adusta y atenta. La ternura que se esconde bajo esa apariencia severa y que sólo se muestra cuando sonríe. O cuando dice su nombre...

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⏰ Última actualización: 7 hours ago ⏰

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