Miedo y venganza

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-En tres días volaremos hasta la zona de alto el fuego del conflicto- explicaba Steve- Iremos con cuatro naves de pasajeros y se estima que sacaremos de allí a más de 2.000 refugiados. Luego las repartiremos por los países de la ONU que se ofrecieron a acogerlos, y se les dará trabajo. Como cocineros en comedores sociales, como empleados en pequeños comercios e incluso se les ofrecerán estudios u oportunidades de iniciar sus propios negocios.

-Increíblemente bien explicado, Steven- aplaudió Tony.

-¿Está bien asegurado el perimetro? No sería la primera vez que se rompen los alto el fuego.- se preocupo Thor. A pesar de la calma con la que su amigo manejaba todo, sabía que se jugaban mucho. Trabajando con vidas humanas, siempre te jugabas mucho.

-Yo coordino un escuadrón de drones que vigilarán las inmediaciones- le tranquilizó Clint, dándole una palmada en la espalda mientras todos se levantaban.

Thor intentó sonreír, pues se fiaba de su amigo completamente, pero había algo que le impedía estar completamente tranquilo, como un presentimiento de que algo saldría mal.
Un presentimiento que le acompaño durante toda la tarde, mientras revisaba el material de primeros auxilios que llevarían en los aviones, y mientras organizaba las horas de los despegues.
Una sensación que no hizo más que intensificarse cuando saltaron todas las alarmas de la torre Stark.

-¿Que ocurre?- gritó, esperando que Jarvis, la IA de la torre, contestara.

-Será mejor que vaya a la sala de reuniones. El resto ya se dirigen alli- fue todo lo que obtuvo como respuesta.

Thor corrió allí, y por fin su presentimiento se hizo realidad: algo iba muy mal.
Todos miraban una pantala con caras serias y preocupadas. La pantalla mostraba la sala de recepción, a la entrada de la torre. Todo el personal estaba reunido allí, en un círculo, como asustados. Y hacían bien en establos, porque un hombre envuelto en un cinturón de bombas amenazaba con explotar, matandolos a todos.

-Son rehenes- dijo Nat, con voz monótona, concentrada en la pantalla.

En la grabación, el hombre señaló a la cámara, y comenzó a hablar. Su voz se escuchó en la sala, transmitida por unos micrófonos.

-No os acordareis. La gente como vosotros nunca lo hace. - comenzó, con voz empapada de furia.- Asi que os lo recordare. Melbourne, hace 8 meses. Toda la ciudad se alegro de que estuvierais allí, dando una conferencia sobre vuestras misiones de buena voluntad- dijo en tono de burla- Cuando se produjo un terremoto, pudisteis salvarlos a casi todos. Despejasteis las calles, y desviasteis el tren de sus vías para que en vez de descarrilar y matar a todos, se frenara por el rozamiento con el asfalto. Pero lo que no calculasteis es que en el edificio contra el que chocó, frenandolo definitivamente, aún quedaba una mujer.

Si alguno de sus amigos no sabía ya a donde iba toda esa charla, quedó claro con sus últimas palabras. Thor sintió una presión en el pecho, esa pena que sentía cada vez que veía el número de bajas, de gente que no habían podido salvar. Una pena que no se había ido ni tras los muchos años que llevaba en ese trabajo. Cerró los ojos un momento, pronunciando una disculpa silenciosa, y siguió escuchando.

-Una mujer que había entrado al edificio porque le había parecido escuchar el llanto de una niña. Y cuando el polvo se posó, encontraron su cadáver, y en sus brazos, la niña, que aún respiraba. ¡Ella es la verdadera heroina! No vosotros. ¡ERA MI MUJER!- rugió, y la voz se le quebró al final.- Era mi esposa y la matasteis, y todos os trataron como heroes.

Hablaba y lágrimas de ira caían de sus ojos a la vez. La mano comenzó a temblarle, y con ella el pulsador que podía volarlos a todos por los aires.
Una mujer sollozó de pánico, y el hombre se giró furioso hacia ella.

Familia OdinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora