I.

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Nerea Martín. 

Han sido unos días duros, más de lo que yo misma podría haber soportado, pero he podido seguir hacía delante con todo. Los exámenes finales han ido mal, mis padres están algo... ¿decepcionados?, mi hermano no lo sabe, y mis profesores se sienten mal por mi. ¿Por qué? Quiero decir, no sabes como me siento de verdad, no sabes que es sentirse insuficiente en algo que le has echado horas y horas, encerrada en casa sin salir, sin disfrutar... Duele. 
Mientras observo la ventana, un recuerdo me vino a la mente; 

-Cielo, ¿tu que quieres ser de mayor?- preguntó mi madre con ilusión, mirándome con ese brillo en los ojos. Sonreí dispuesta ha hablar. 

-Yo de mayor quiero ser psicóloga, mamá.- abrí los brazos.- Quiero ayudar, hacer mejorar a la gente para que se sientan bien con si mismas y puedan sentirse orgullosas de quienes son.

-Hay que estudiar mucho, cielo.- mi madre me cogió en brazos.- Hay que hacer bachillerato, prácticas, universidad y ganar dinero mientras lo haces.

-Lo voy a conseguir. Haré bachillerato, y pasaré la universidad sin ningún mal estar.- mis ojos dilataban en ese momento.

-Esa es mi niña. Confío en ti.- mi madre me abrazó.

Mi corazón se estaba encogiendo y mis mejillas palpitaban. Mis ojos lloraban, y la sonrisa desapareció en tan solo pensar una palabra; Decepción. 
Me sentía insuficiente, una chica simple, una chica que lo único que consigue es esforzarse para nada. Cerré los ojos. La soledad me abrazó, la inocencia se hizo presente a mi lado, y los sentimientos rondaban sin ponerse de acuerdo. Respiré una vez, dos veces, tres veces... 

De repente, el móvil suena, es una videollamada de Alonso López. Alonso y yo teníamos mucha confianza desde que empecé a ir a carreras y gracias a Fermín, lo conocí. 

-Hola enana.- me dijo con una sonrisa. Tenía el pelo revuelto y estaba en la sala de estar. Los cascos del mueble lo delataban.- ¿Que te pasa? Tienes los ojos caídos, Nerea. 

-Hola, Alonso.- sonreí y agarré la botella de agua.- Estoy bien, simplemente estoy cansada y agobiada, ya sabes.- él suspiro y se arreglo el pelo. 

-No me mientas, sabes que no me gusta, Nerea.- me miró serio. 

-Pues... Estoy fatal, sinceramente, los exámenes han ido mal, he suspendido cuatro de siete y... me siento una completa inútil, Jorge no lo sabe ni Fermín ni nadie. Solo tú y mis padres...- suspire y mis ojos se cristalizaron, otra vez. Me puse la capucha de la sudadera y comencé a llorar. Me sentía fatal conmigo misma. 

-Nerea sabes que no.- se sentó y me miraba.- No eres inútil, suspender no dice nada de ti, todos tenemos malas rachas pero una nota no te describe, es una nota de nada, vale si que has suspendido y tal y cual, pero es una nota Nerea, es el primer trimestre no el tercero.

-Ya, pero ahora tengo que estudiar para recuperaciones y estudiar para los exámenes del segundo trimestre, se me va ha hacer un agobio, Alonso.

-¿Donde estás ahora? ¿En el hotel?- me preguntó levantándose. Sabía lo que iba ha hacer y miré a la cámara fijamente.

-Alonso no, el circuito está a tres cuartos de mi hotel, no vas a venir y menos a estás horas.- le dije seriamente quitándome la capucha. 

-Voy a ir a hotel, te vas a venir conmigo está noche y vas a dejarte de tonterías.-cogió las llaves y agarró el móvil.- Mándame la ubicación, y cuando esté cerca te envió un mensaje.- y después de eso, le dio un beso a la cámara y colgó. Reí y lloré a la vez de felicidad.

Mientras Alonso venía, me estaba preparando la mochila con mis cosas, le envié un mensaje a Jorge y puse mi móvil en no molestar, menos el chat de Alonso. A los cuarenta minutos un mensaje me llego y sonreí; "Enana, ya estoy aquí, baja corre". 
Baje corriendo y en seguida lo vi apoyado en el coche esperando. 

-Gracias Alonso, de verdad.- lo abrace y él me lo aceptó con una sonrisa. Después de eso, subimos al coche y hablábamos para cangar el tema. 

-Mañana te quiero en mi box, ¿vale?- me dijo mirándome y mirando a la carretera rápido. Paró en un semáforo.- Hasta que no te sientas bien de decírselo a tu hermano, te vas a quedar conmigo, solo si quieres eh, no te voy a obligar.- dijo con una sonrisa mirándome. 

-Alonso, estamos en las mismas, te recuerdo que Fermín está en tu equipo y sois muy amigos, y encima como me vea así de "mal" vendrá, me preguntará y se lo dirá a mi hermano. 

-Díselo a Fermín.- manejaba mientras hablaba.- Tienes confianza con él ¿no? Pues díselo y que no se lo diga a tu hermano.- estábamos a diez minutos de llegar. 

-No sé... Mañana me lo pienso cuando me levanté, pero es que Fermín está mucho con mi hermano y saber que su hermana está mal no le hará gracia y se lo dirá. 

-Dios, como te comes la cabeza con algunos temas.-aparcó y me miró.- A partir de ahora, te vas a olvidar de todo, haremos algo de cenar porque sabiendo como estás seguramente no has ni cenado y vas a estar tranquila conmigo sin pensar nada del tema. ¿Te ha quedado claro?

-Me ha quedado claro.- dije riendo. Salí del coche, agarré la mochila y me fui con Alonso a su Motorhome. 

Pasamos la noche juntos, viendo películas, jugando a juegos, mirábamos el móvil, le explique algunas cosillas, hicimos la cena, y al final, terminé abrazada a él, en la cama dormida y él acariciándome el pelo. Me quede dormida, noté como apago las luces y se acostó a mi lado. 
Alonso era mi solución para olvidarme de todo, sentirme bien, segura, cómoda y sobretodo, protegida, porque la buena vibra entre nosotros era lo que me faltaba, esa conexión de mejores amigos, era la mejor de todas. No es amor, ni enamorarse, es sentirse bien con alguien y poder disfrutar de cada rato a su lado, ni pensando ni matándome la cabeza, una y otra vez. 


Una Recta Sin Final: Fermín AldeguerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora