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Ser acogido por los brazos de su mejor amigo, para Beomgyu fue como tocar el cielo durante un instante, aquella noche era realmente helada, incluso en la enorme celda donde se encuentran encerrados. Lo único bueno era que no estaba tan solo después de todo.

Hueningkai se apartó y tomó el rostro ajeno entre ambas manos, secando todo rastro de lágrimas.

— Tenemos que encontrar una manera de salir - Susurró mirándolo directamente a los ojos.

Beomgyu logró darse cuenta de que ambos estaban igual de asustados, las muñecas del contrario temblaban y sus palmas sudaban frío.

Los dos no esperaron mas y comenzaron a caminar cerca del mural rocoso, buscando algún tipo de salida.
Al comenzar su recorrido miles de dudas atacan la cabeza de Beomgyu sin piedad alguna, transcurre un momento donde cree que Huening le está dirigiendo la palabra, sin embargo, no es capaz de oírlo.

¿Por qué había terminado acá? ¿Dónde están los demás? ¿Qué eran esas luces amarillas? ¿Realmente había una salida? Y si fuera así ¿Lograría llegar con vida?

Era obvio que nada significaba algo bueno, aunque no pareciera, Beomgyu conocía bastante bien al tipo de personas que lo trajeron, sus padres siempre convivieron con personas de clase alta a pesar de las notorias diferencias, por lo tanto, a él también le tocó pasar vacaciones o algunas fiestas con amigos de la familia. Lo recuerda bien, llegando a una mansión vacacional de lujo luego de haber pasado una agradable tarde en la playa, a pesar de que esa misma noche lamentablemente fue testigo de cosas horrendas.

Regresando al catastrófico presente, para su mala suerte la enorme cantidad de maleza, niebla y plantas colgantes opacan el objetivo.

No son conscientes del tiempo que llevaban explorando, pero se dan cuenta de que estuvieron caminando en círculos, al observar el rastro de sus propias huellas marcado en la tierra húmeda.

Hueningkai suspira resignado. Se agarra de la nuca. Beomgyu continúa buscando con la mirada. Observa el centro donde estaban los demás. Eran doce en total, todo estaban en una ronda, observando hacia arriba.

Choi prosiguió paseando con los ojos el entorno, fue ahí cuando pudo ver la enorme puerta de metal cubierta por vegetación artificial. Respira hondo, no le dice nada a su amigo, apresuradamente agarró su muñeca casi arrastrándolo. Corrieron con el corazón en la garganta, preguntándose qué era lo que les esperaría del otro lado. Al llegar, ambos trataron de abrir la entrada de acero, lamentablemente fue un intento bastante inútil.  Levantó la cabeza, había un interruptor justo sobre el, estiró la mano y sintió una pequeña descarga de corriente que por reflejo hizo que se apartara.

Cayó al suelo sobre Hueningkai.

Ambos trataron de reponerse, solo que cuando estuvieron de pie, limpiando sus ropas, un enorme resplendor atrapó su atención, el gran cartel que estaba siendo proyectado en el cielo, que en realidad era un domo, los dejó con la piel helada.

El rostro de todos y cada uno de los presentes estaba ahí, sus rostros en tres columnas, sus ojos eran censurados por una línea negra, al lado de cada nombre estaban ciertos colores primarios. Beomgyu recuerda la pintura al inicio, mira a Hueningkai, él también estaba manchado, solo que únicamente con amarillo, los demás también.

¿Por qué él era el único que tenía todos esos colores?

Confundido miró a Kai por quizás última vez, no se movía, sus ojos solo reflejaban aquella imagen en lo alto y la apuntó.

Debajo de cada foto, había cierta cifra de números junto al símbolo de dinero. Beomgyu no sabía lo que pasaba, nadie sabía, pero le aterraba la idea de ser quien tenga el número más alto.

El corazón le golpeaba el pecho rogando por salir desesperadamente, su respiración se aceleró.

Todas las luces se apagaron.

Beomgyu como pudo, corrió hacia Hueningkai totalmente aterrado y se aferró a su brazo, llorando descontroladamente.

Se encendieron antorchas donde antes parecía estar el amanecer, se acercaron personas al borde de la pared, era imposible identificar a alguien, todos utilizaban máscaras mal pintadas con calaveras, como si se tratara de una tribu, pero por las vestiduras sabían que no era así. La multitud gritaba con euforia, provocando un escalofrío en Choi.

Luego apareció un temporizador con cinco segundos.

Fue aquel momento, donde entre tantas personas, lo pudo ver.

Beomgyu supo lo que era la verdadera traición.

Justo en frente de los dos, sin expresión en su rostro, con la mirada sombría, estaba observándolos sin vergüenza alguna, incluso se podría decir que con cierto aire de superioridad.

El contador finalizó y las puertas se abrieron, entonces Soobin se desvaneció entre toda la multitud.

Reborn • YEONGYU AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora