Los caballos galopaban con tanta fuerza hasta que sus pezuñas sangraban, el sudor de los obstinados caballeros corría bajo sus corazas de acero y hierro. Griffith había indicado que habría un pelotón dividido, dos en los lados y uno en el centro, Guts debía avanzar por el lado izquierdo, Casca en el derecho, para distraer a los enemigos mientras Griffith atacaba por el centro, sin embargo, en medio de la batalla, Guts decidió ganar tiempo atacando desde el centro y acabando la mayor cantidad de enemigos hasta llegar al blanco. Lo que provocó que en cuestión de minutos, nuevamente, los halcones tuvieran otra victoria para el repertorio.
—Fue increíble, Guts. La victoria fue tuya—dijo uno de los mercenarios.—Sí, hay que celebrarlo con unas cervezas.
—Capitán Guts, ¿Me permite un momento? Requiero hablar con usted un momento. —Habló Casca con diplomacia, apareciendo desde las escaleras de la fortaleza, Guts compartió algunas miradas con los mercenarios antes de aceptar.
—Adelántense, luego los alcanzo —dijo, siguiendo a Casca hasta un espacio alejado dentro de la fortaleza.
—¡¿Qué pretendes?!— le abordó la mujer con recelo, Guts se sintió confundido aunque las discusiones entre ambos eran cada vez más frecuentes, le era difícil comprender el carácter versátil de aquella mujer.
—¿De qué hablas?—le preguntó Guts con un tono jocoso.
—¡Deja de hacerte el tonto! No sigues los planes, solo tenías que distraer al enemigo del lado izquierdo y proteger a tus compañeros, en lugar de eso, los abandonaste y te fuiste a pelear solo. ¿Qué demonios te pasa? ¿Crees que serás el héroe? — reclamó enfurecida.
Guts sintió la sangre correr por su rostro, sin embargo, se contuvo para evitar futuros altercados que pudiesen resultar en una lucha inminente. No deseaba enemistar con ella, aunque llegar a un consenso parecía cada vez más lejano.
—Lo lamento, ya no volverá a pasar— respondió, intentando ser razonable con la mujer. Sin embargo, esta no cedió, lo tomó del cuello y le acusó con vehemencia.
—Eres un maldito egoísta, ¡sigues siendo el mismo de hace tres años!, no piensas en tus compañeros, hoy fue una victoria, mañana moriremos todos por tu culpa — le acusó con veneno en su mirada.
Guts se libró del agarre, tomándola de las muñecas con fuerza dispuesto a terminar con la ridícula rivalidad de la mujer de una vez por todas.
—Ya fue suficiente, Casca, yo hablaré con él —intervino Griffith, con aquella mesura que le caracterizaba.
—Estás siendo demasiado permisivo con él, Griffith— murmuró Casca con resentimiento mientras salía del lugar.
—Nunca se llevaron bien, ¿No? —dijo Griffith, ligeramente divertido con la pequeña disputa que llevaba precediendo los últimos tres años. Se recostó en el muro de piedra y observó el inmenso paisaje a su alrededor— Qué extraño, es como si no hubiese pasado el tiempo. Nada ha cambiado entre nosotros.
—Sí, han cambiado— contradijo Guts clavando su mirada profunda en el joven albino, dentro de sí, todo había cambiado. Su pensamiento ya no era individual, sus acciones eran un colectivo, sus días estaban fundamentados en los halcones. —Pienso todo el tiempo en mis compañeros, durante la batalla, siempre pienso en ustedes.
Sus palabras eran verdaderamente sinceras, al blandir su espada, pensaba siempre en Griffith. ¿Y cómo no pensar en él? Si él era una parte consistente en la extraña rutina que había estado siguiendo durante los últimos tres años, en las mañanas entrenando juntos, en las reuniones con la banda planificando las batallas, en las miradas cómplices que les hacía sentirse acompañados durante el caos de la guerra.
—Me gusta pensar en el día en el que ingresaste a la banda, cuando peleamos juntos sentí algo que jamás había experimentado en una batalla. Ojalá todas las batallas fueran así —dijo Griffith entusiasmado. En realidad, Guts siempre se sintió ligeramente confundido acerca de su percepción sobre la difusa amistad que se había creado entre ambos, no sabía con certeza si la sensación de estrechez era unilateral —Vámonos ya, luego de todo esto iremos a brindar por ti.
—Lamento lo de la batalla de hoy, no volverá a pasar—se disculpó Guts pensativo.
—No importa, eso también estaba planeado—dijo, dándole una sonrisa furtiva. Esa era su confusión principal, Griffith era impredecible, podía ser que fuese cierta la amistad que se había instalado entre ambos, como también podía ser cierto que solo lo veía como su mejor adquisición, como una armadura más brillante, unas botas más resistentes o una espada más filosa.
Si de algo podía estar seguro, era de que el halcón dorado finalmente había crecido, volaba más alto que nunca con sus hermosas alas que podían reflejar sus logros, pronto, serían tan fuertes como para emprender vuelo y perderse en el cielo resplandeciente, para no regresar nunca más junto los animales terreros, demasiado mediocres como para alcanzarlo, por ello deben contentarse con los placeres minúsculos creados para seres de su raza.
Desde que conoció a Griffith vio su inmenso potencial, aunque fuese incapaz de admitirlo, no podía desarrollar ningún cariño hacia él, no podía aspirar a volar junto a él al cielo brillante. Lo supo cuando lo vio arrodillado en la capilla Real del reino de Midland, rodeado de sus cúpulas enormes cubiertas de oro y plata, resaltando la superioridad soberana. Ese era Griffith, el primer plebeyo cuyos dedos palpaban por primera vez la alfombra carmín de la monarquía, listo para un día reemplazar al anciano cuya frente portaba una inmensa corona. Todos los que estaban reunidos podían percibirlo, el clero en primera fila, los nobles en la segunda, los hijos segundos y los aristócratas sentados al respaldo, todos sintieron como los suelos de la tierra temblaban ante la presencia de ese guerrero misterioso, ocultaban su temor señalando la barbaridad de que unos delincuentes estuviesen recibiendo un título nobiliario.
Mientras tanto, los seres de abajo, las personas del común, para quienes el único camino era ser herreros, campesinos, esclavos, prostitutos o mercenarios, observaban el espectáculo desde el fondo de la capilla. Admirados de que su comandante, estuviese dando los primeros pasos para el futuro ideal del que alguna vez habló, llevando el nombre de los halcones frente al rey.
Muy pronto, Griffith seguiría expandiéndose, hasta hacer que incluso el rey besara sus pies. Guts genuinamente se sentía orgulloso, experimentaba una profunda empatía que jamás había sentido. No le beneficiaba en nada ver la expresión de autosuficiencia del albino, mucho menos verle vistiendo prendas de alta costura con detalles de exquisita pedrería sabiendo que no tendrían que volver a tomar sopa de Nabos nunca jamás, Guts verdaderamente se sintió complacido.
—¿Ya escuchaste Rickert? Las cuadrillas de los halcones también tenemos mérito ante el reino, ¡Ya no somos unos miserables mercenarios! Podremos comer comida de lujo y tener todas las comodidades—Canturreó Corkus tan imprudente como de costumbre.
—Cállate, estamos en medio de la ceremonia, de ahora en adelante, ya no somos unos bárbaros, cualquier cosa que hagamos puede perjudicar la reputación de Griffith—Murmuró Casca dándole un codazo al impertinente hombre.
Guts salió del lugar, las miradas de desprecio por parte de los presentes comenzaban a irritarlo. Para cuando Griffith besó la espada del rey, Guts se encontraba haciendo la última repetición de doscientas series blandiendo su espada.
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Génesis [Berserk]
FanfictionEntonces dijo Dios: Hagamos a un ser humano a nuestra imagen y semejanza, que tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes y sobre todos los reptiles que se arrastran po...