Cuando Irene vio a Jennie, con unas profundas ojeras y una forzada mueca que simulaba una sonrisa, intuyó que no traía buenas noticias. Se sentó frente a ella, separadas por aquel plástico transparente, y con su mano ya sin el molesto yeso, tomó el teléfono que les permitía comunicarse.
—Hola, Irene—saludó Jennie con un dejo de agotamiento en su voz. Irene quiso preguntar por el motivo de su expresión fatigada y melancólica, sin embargo, no lo hizo. Estaba segura que forzar a Jennie a hablar no era el camino para ayudar a su amiga.
—Hola, Jenn... No te he visto en un buen tiempo. —Sonrió—. ¿Todo bien? ¿Cómo está mi mamá?
Jennie asintió y permaneció unos cuantos segundos en silencio. Agachó la mirada y rehuyó de las preguntas de Irene cuanto pudo. La pelinegra quería decirle que no se preocupara, que todo tenía solución. No lo hizo, no podía ser hipócrita. Había cosas que no tenían solución.
—He tenido algunos problemas y yo, solo... Uhm. Lo siento, Irene. — Jennie rascó su nuca y con un encogimiento de hombros, soltó un suspiro—. Negaron la apelación.
—¿Qué?
—Negaron la apelación a tu sentencia. Hice todo lo que estuvo en mis manos, lo juro. No tengo cara para verte.
—Hey. Jenn, tranquila. Está bien. —Irene tragó sus lágrimas. Si Jennie no había conseguido la apelación, solamente le quedaba esperar a cumplir un año de sentencia y solicitar a la libertad condicional por buena conducta.
—Tu madre reaccionó tan mal. La hubieras visto... Dios, no tienes idea, Irene. Ella estaba segura de que aceptarían la apelación y saldrías de aquí.
—Jenn. Sé que no es tu culpa y que has hecho todo para sacarme de aquí, no quiero que te martirices.
—¿Cómo me pides eso? Eres como mi hermana y estás aquí... — Jennie soltó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro, restregando las yemas de sus dedos sobre sus ojos que ya la traicionaban, húmedos.
Irene mordió su mejilla interna. La culpa estaba provocando calambres en su vientre. ¿Entonces era su culpa? El lamentable estado de Jennie era su maldita culpa. Quiso llorar. Al parecer no era más que una carga para su mejor amiga y su madre. Pasaron más de dos minutos antes de que Jennie se recompusiera y tomara nuevamente el intercomunicador. Irene respiró hondo, llenándose el pecho de aire en un intento por tomar valor. No quería confesarle a Jennie lo que ocurría con ella al interior de la penitenciaría, pero debía hacerlo. Prefería dejar su orgullo a un lado si eso significaba darle un poco de tranquilidad a la única amiga que había velado por ella.
—Estoy bien, Jennie.
—No me mientas
—No lo hago. Muchas cosas han ocurrido en estos seis meses, no tienes idea, pero te diré algo, nadie me ha violado... Y estoy mejor de lo que imaginas.
—¿Qué? —Arqueó una ceja, reacia a las palabras de Irene.
—Tengo algo así como... —La palabra "dueña" fue lo primero que vino a su cabeza—. Una novia. Es una chica ruda y mala, pero me cuida.
Seguramente Seulgi se burlaría si hubiera escuchado eso.
—Irene. Ya perdiste la razón. Se te fundió. ¿Cómo vas a tener una novia en esta mierda de lugar? Es una prisión, por amor a Dios. Está lleno de convictas criminales, no me digas que tú...
—La tengo. Y estoy bien. No te lo digo para que me juzgues, lo hago porque quiero que dejes de atormentarte... No estoy siendo abusada o golpeada. Incluso me alimento bien.
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Prisionera - seulrene
FanfictionCuando Irene Bae escuchó la sentencia del jurado, el mundo se desmoronó ante sus fanales vidriosos, condenada a cinco años de prisión por una negligencia médica que no cometió, fue trasladada hasta una prisión de máxima seguridad, tenía sus días con...