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Build estaba sobre la rampa del camión a las diez de la mañana siguiente. Tenía los músculos de las piernas agarrotados y le dolían a cada paso que daba. Además sentía como si le hubieran estirado los brazos en un potro de tortura.

—Lo siento, Digger. Me he quedado dormido.

A pesar de lo cansado que estaba la noche anterior, se había despertado a eso de las tres de la madrugada tras un sueño en el que Bible y el navegaban en una barca rosa con forma de cisne por un anticuado túnel del amor. Bible lo besaba y lo miraba con tal ternura que se había sentido como si su cuerpo se fundiera con la barca, con el agua y con el propio Bible. Había sido esa sensación lo que lo había despertado y lo que lo había hecho reflexionar, tumbado en el sofá, sobre el doloroso contraste entre aquel bello sueño y la realidad de su matrimonio. Cuando llegaron a la amplia explanada de High Point, en Carolina del Norte, el remolque que transportaba a los elefantes aún no había aparecido, y se había metido en la camioneta para echar una siesta. Dos horas después, se había despertado con el cuello rígido y dolor de cabeza. Desde lo alto de la rampa vio que Digger casi había terminado de retirar el estiércol del camión.  La sensación de alivio se mezcló con una punzada de culpabilidad. Ése era su trabajo.

—Deja que siga yo.

—Lo peor ya está hecho. —Habló como un hombre que estaba acostumbrado a esperar lo peor de la vida.

—Lo siento, no ocurrirá de nuevo.

Él sorbió por la nariz y lo miró como diciendo que se lo creería cuando lo viera. Desde donde estaba, Build tenía una amplia vista de la nueva localización del circo, situado entre un Pizza Hut y una gasolinera. Según le había dicho Bible, la mayor parte de los miembros del circo preferían instalarse en un terreno liso y asfaltado, aunque eso significara tener que reparar
antes de marcharse todos los agujeros que hicieran para clavar las estacas. Oyendo de fondo el rítmico golpeteo de los hombres que montaban el circo, miró hacia atrás y vio a Heather sentada en una silla delante de su caravana. Apo estaba de pie detrás de ella haciéndole una trenza. También había visto cómo el dueño del circo echaba una mano a los
trabajadores y ayudaba a levantarse al pequeño de los Lipscomb, de seis años, cuando se caía. Apo Nattawin era un hombre lleno de contradicciones: con Build se comportaba como una bruja malvada, pero con todos los demás era una persona muy amable. Sintió que le tiraban del pantalón. Cuando bajó la vista vio que era la trompa de Tater, que
estaba al pie de la rampa, mirándolo con adoración a través de unas pestañas ridículamente rizadas.

Digger se burló de el.
—Tu novio ha venido a verte.

—Pues se va a llevar un chasco. No me he puesto perfume.

—Supongo que tendrá que acercarse más para comprobarlo por sí mismo. Llévalo con los demás, ¿de acuerdo? Hay que darles de beber. El pincho está allí dijo, señalando con la cabeza el objeto apoyado contra el camión.

Build miró el pincho con autentica aversión. Al fondo de la rampa, Tater barritó y giró sobre sí mismo, como si estuviera llamándolo. Luego se detuvo, y levantó una pata tras otra como si fuera un bebé pataleando. O mucho se equivocaba Build o todo eso era por el.

—¿Qué voy a hacer contigo, Tater? ¿No te das cuenta del miedo que me das?

Armándose de valor, se acercó al fondo de la rampa mientras se metía la mano en el bolsillo para sacar una zanahoria mustia que había encontrado en la nevera. Esperaba que lo siguiera al ver que iba a alimentarlo, y le ofreció la hortaliza con una mano temblorosa. El animalito alargó la trompa y olisqueó la zanahoria con delicadeza, haciéndole cosquillas en la palma de la mano. Retrocedió un paso, utilizando la zanahoria como cebo para llevarlo con los demás. Tater se la arrebató de la mano y se la llevó a la boca. Build observó con aprensión la mano ahora vacía mientras el alargaba la trompa hacia el otra vez.

My Little Angel BuildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora