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—¿Qué coño has hecho aquí? —Bible se quedó paralizado bajo el umbral de la puerta.

—¿A que quedo genial? —Build contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que el consideraba un acogedor y encantador nidito de amor.

Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los colines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables. Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras. Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes. Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules Wedgwood, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con chínchelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento. La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades. Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil. En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que Build había cogido en el borde del recinto.

—No he podido hacer más con la alfombra —le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa. —Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buen costurero, pero creo que puedo...

—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?

—De mi sueldo.

—¿Te has gastado tu dinero en esto?

—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un WalMart hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí un dólar si te lo propones... —En ese momento Build vio la expresión en la cara de Bible y su sonrisa se desvaneció. —No te gusta.

—No he dicho eso.

—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.

—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar.

—No creo que sea un desperdicio.

—Es una caravana, por el amor de Dios. No vamos vivir aquí tanto tiempo.

Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Bible. Build lo observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse enfadado o podía obligarle a ser sincero con el.
—Dime exactamente qué es lo que no te gusta.

—Nada.

—Sí, algo no te gusta. Apo me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta. —Él se encogió de hombros. —¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?

Bible fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que Build había considerado demasiado cara para su presupuesto.

Build se negó a dejar pasar el tema.
—¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba?

—Estaba bien —repuso él sacando un sacacorchos del cajón.

My Little Angel BuildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora