Mile estaba furioso con Apo.
—No quiero que metas las narices en esto.—Sólo quiero que te tranquilices un poco. Vamos adentro.
Él subió las escaleras y abrió de un tirón la puerta metálica. Estaba demasiado alterado para prestar atención a los lujosos muebles que hacían de la RV de Apo la caravana más ostentosa del
circo.—¡Es una ladrona! ¡Mi hija es una puta ladrona! Permitió que se culpase a Build. —Apartó a un lado un juego de pesas y se dejó caer sobre el sofá, donde se pasó la mano por el pelo. Apo cogió una botella de Jack Daniel's del armario de la cocina y llenó dos vasos. Ninguno de los dos era bebedor y Mile se sorprendió cuando Apo vació el contenido de uno de los vasos antes de pasarle el otro. Cuando se acercó a él la bata se le ciñó a las caderas, haciendo que Mile se olvidara de su enfado, aunque sólo fuera por un momento.
Era la persona más excitante que había conocido nunca. Y el que más lo irritaba.
—¿Apo? —El abrió los ojos. —¿Qué te pasa?
—¡Por qué no te sientas bien en vez de un vulgar!
—No soy tu hija, Mile. Me sentaré como me dé la gana.
Con un movimiento tan rápido que Apo no lo vio llegar, lo agarró de la bata y lo puso en pie de golpe. —Te la estás buscando, Apo.
—Por desgracia, tú no eres lo suficiente hombre para darme lo que quiero.
Mile no pudo recordar ninguna otra ocasión en la que se sintiera tan furioso y Apo se convirtió en el blanco de todas las emociones que estaban a punto de explotar en su interior.
—¿Me estás provocando? ¿Es que no tienes a mano a nadie mejor que yo? Soy el hijo de un carnicero de Brooklyn, ¿recuerdas?
—Lo que eres, es un bastardo deslenguado.
Lo insultaba a propósito. Era como si quisiera que lo lastimara, y el estaba dispuesto a complacerlo. Le abrió la bata y se la arrancó de un tirón. Apo se quedó desnudo salvo por boxers. Y este no hizo ningún intento por cubrirse, sino que le sostuvo la mirada con un descaro tal que le dejó sin aliento. Apo arqueó la espalda y colocó la pierna izquierda delante de la derecha con un movimiento elegante. Luego plantó la mano sobre la cadera.
—Que te jodan. Apo siguió provocándole.
—Eso intento, Mile. Eso intento.
Intentó cogerlo, pero olvidó lo veloz que era. Apo se alejó con rapidez, Mile se abalanzó tras el pero se le volvió a escurrir entre los dedos. Apo se rio, pero no fue un sonido agradable.
—¿Estas mayor para esto, Mile?
Iba a domesticarlo, no importaba lo que tuviera que hacer. Impondría su voluntad.
—No tienes ni la más mínima oportunidad —se burló él.
—Ya veremos. —Apo le arrojó una de las pesas, que cayó rodando al suelo como si fuera un bolo. A pesar de la sorpresa, él la esquivó con facilidad. Vio un destello de desafío en los ojos de Apo. El juego había comenzado.
Cuando se acercó, Apo le dio una patada, pero él lo sujetó por los tobillos.
—Bueno, a ver qué tenemos aquí. Le separó lentamente las piernas formando un arco. —Eres un demonio, Mile.
—Ya deberías saberlo. —Le recorrió las corvas con los labios y siguió explorando, ascendiendo por el músculo del interior del muslo.
Apo gimió y apoyó los muslos en sus hombros. Él aferró las nalgas de Apo con las palmas de las manos y continuó con su húmeda caricia. Apo cambió de posición y se soltó de la barra. Mile profundizó la presión de su boca mientras el cabalgaba sobre sus hombros y se apretaba contra él.