La familia Dursley y Harry se mudan a Oregón, Estados Unidos por una gran oferta de trabajo que consiguió el señor Dursley. Al llegar, alquilan en una casa vgrande, vieja y triste que hace a Harry estremecerse de los nervios por alguna razón.
Esta...
Harry se estaba preparando para dormir, cepilló sus dientes, se cambio a su pijama, guardo la llave de botón en su pequeña gaveta de ropa, y se quedo sentado en su cama. Tomó la foto de sus padres de su mesita de noche y se quedó mirándolo un rato.
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—No recuerdo nada de ellos, ni siquiera sus voces. Era solo un bebé cuando murieron en ese accidente automovilístico.
Era acompañado por el pequeño Harry en ese momento, mostrándole la foto de sus padres.
—Tal vez ellos si me hubieran querido mucho ¿no crees?.
Hablo al muñeco sin obtener respuesta.
Harry volvió a colocar la foto en su lugar, se quitó los lentes colocándolo junto a la foto y se acostó a dormir abrazando a su muñeco.
—Descansa, pequeño Harry.
En la oscuridad de la noche, cuando todos estaban profundamente dormidos, se escuchó el suave chirrido de una pequeña puerta abriéndose en la sala de la casa, de entre el ladrillo salieron unos gruesos hilos, donde adorables ratones blancos escaparon de un brinco.
Harry se despertó de repente por unos extraños ruidos. Eran chillidos agudos, como de ratón. Raro porque no había visto ratones aquí a pesar del estado de la casa, solo insectos.
El ruido provenía de debajo de su cama, se asomó, y ahí vio a unos ratones blancos de ojos negros que corrieron de repente dando brincos en dos patas hacia la puerta entreabierta del cuarto y se fueron.
El niño se colocó rápidamente sus lentes y siguió a los ratones escaleras abajo, hasta llegar a la sala. Los roedores se escondieron entre la pequeña puerta entreabierta del muro y Harry abrió la puerta esperando encontrarlos contra la pared de ladrillo.
Lo que vio no fue ladrillo en primer lugar, sino un túnel brillante de colores morados y azulados, donde también salia un ligero viento.
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