VIII.El valor de la amistad

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Amanecía de nuevo después de lo ocurrido. Los últimos cuerpos de los caídos estaban terminando de quemarse. Entre ellos estaba Augusto. Marco y Quinto miraban como las llamas consumían el cuerpo de su amigo. Marco no podía dejar de atormentarse por la muerte de Augusto, aún no se lo había dicho a nadie y creía que no tendría el valor suficiente para hacerlo.
-No es posible, Augusto ha superado infinidad de batallas. No es posible que hayan podido segar su vida un puñado de tártaros desgraciados. Dijo Quinto sin apartar la vista del fuego.
Marco seguía callado.
-Esto debe ser un mal augurio, todavía ni hemos llegado a la verdadera misión y ya hemos perdido a todos estos hombres. Comentó Quinto.
-Muchacho, vete a buscar a Octavio, alguna vez tendrá que salir de su tienda. Le dijo a Marco.
Marco sin pronunciar palabra alguna obedeció a Quinto fue a buscar a Octavio a su tienda.
Entró y vio a su amigo sentado en la cama mirando a la espada de Augusto que tenía entre las manos. Tenía los ojos llenos de lágrimas. En ese momento Marco se dio cuenta: al ver a su amigo allí sentado, con esa mirada de dolor, se dio cuenta de que se lo tenía que decir. ¿Pero cómo reacionaría Octavio? ¿Sería capaz de matar a Marco por dejar morir a Augusto? Todos esos pensamientos pasaron en ese momento por la cabeza de un asustado Marco. Pero ya no pudo más. Marco se derrumbó a los pies de Octavio.
-¡Octavio, fui yo, fui yo, yo deje morir a Augusto, intenté disparar una flecha para evitar que el tártaro le matase, pero herré el disparo! Soy un ser despreciable.... Dijo llorando Marco.
Octavio miró a su amigo.
Marco pensaba que lo mataría o algo peor, pero sin embargo Octavio respondió:
-No te atormentes más, no te voy a culpar, ya he perdido a un amigo, no puedo perder a otro.
-Octavio.....
Marco se levantó.
-Vete Marco, ordena a las legiones con Quinto, necesito descansar, en breve retomaremos el camino. No quiero estar ni un segundo más en esta condenada tierra.
Marco sin pronunciar palabra obedeció a Octavio y se fue. Al salir de la tienda se encontró a Quinto, lo había escuchado todo.
-Quinto, dice Octavio que ordenemos....
En ese momento Quinto se abalanzó sobre Marco y le propinó un fuerte puñetazo.
-¡Desgraciado, traidor, como pudiste dejar morir a Augusto!
Marco todavía estaba tendido en el suelo.
-¡Venga, levantate, lucha conmigo! ¡Te voy a matar condenado!
Quinto movido por la rabia y el dolor echo mano a su gladium y en el momento en que iba a atacar a Marco, Octavio salió de la tienda y contraatacó a Quinto también con su gladium y frenó el ataque de Quinto.
-¡Quinto! ¡¿Qué te crees que haces!? Ya hemos perdido a uno de los nuestros, no pienso permitir que nos matemos entre nosotros. Tenemos que estar juntos. Chilló Octavio.
En ese momento Quinto se dio cuenta de su grave error, había estado a punto de matar a Marco. Tiró el gladium al suelo y se alejó corriendo de allí.
Octavio ayudó a Marco a levantarse, estaba sangrando, pero lo que a Octavio le preocupó fue su expresión, estaba llorando.
Octavio dejó atrás su papel de tipo duro y abrazó a Marco.
-No pasa nada hijo, está bien. Dijo Octavio consolando a Marco.
-Quinto tiene razón, soy un traidor.
-Ya vale Marco, no te sigas atormentando, la muerte de Augusto no fue culpa tuya. No quiero volver a oír nada relacionado con este suceso. Ahora vete a ordenar a las legiones tú, deja a Quinto, necesita aclarar las ideas.
Marco se fue y Octavio se quedó mirando como poco a poco se iba disipando el humo y las últimas cenizas se volaban con el aire

OctavioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora