XI.Confesiones

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Octavio salió de la tienda, seguía pensando en ese extraño sueño, por más que lo intentaba no conseguía quitárselo de la cabeza, como tampoco conseguía evadir su mente de Quinto concretamente de ese extraño mensaje que tenía que transmitirle, Octavio creía que estaría todo relacionado con su sueño, y no estaba del todo equivocado.
Mandó recojer el campamento y ponerse en camino cuanto antes, las costas de la Galia ya estaban cerca y si apretaban el paso podían llegar al anochecer.
-¿Cómo has amanecido Octavio? Preguntó el joven Marco, que como de costumbre caminaba junto a él.
-Mi cuerpo se encuentra bien, pero la mente no. Contestó Octavio.
-¿Qué ocurre?
-Es por Quinto, no me consigo quitar de la cabeza ese mensaje que tenía que decirme, y a eso se le suma un extraño sueño que he tenido. Explicó Octavio.
-¿Un sueño? Marco no terminaba de entender como un simple sueño había podido pertubar la mente de uno de los mejores generales que tenía Roma.
-Sí, un sueño. En el veía a una mujer que me llamaba con una voz que me resulta familiar, pero aún no consigo saber a quién pertenece. Junto a ella había un hombre, vestido con la armadura de nuestro imperio, también portaba un anillo rojo fuego, pero lo más extraño esque no conseguía ver sus caras.
-¿Crees que ese hombre podía ser....?
-Quinto, sí lo creo. Contestó Octavio.
-Bueno Octavio deja de torturarte tanto con eso, termina de una vez con todos esos pensamientos que te invaden, ve al encuentro de Quinto y haz que te diga todo eso que te tiene que decir. Expuso Marco.
-Sí, tienes razón, voy a terminar con esto.
Octavio cambió su rumbo, al extremo izquierdo de la primera fila de legionarios marchaba Quinto alejado de Marco y Octavio.
-Quinto, la mente no para de darme vueltas, tienes que decirme ya tu mensaje.
Quinto se quedó callado y ni siquiera se dignó a mirar a Octavio. Esto provocó que Octavio se enfureciera y le hizo colocarse con su caballo delante de Quinto para frenar el paso de este.
-¡Ya es suficiente Quinto! ¡No pienso tolerar este tipo de comportamiento y menos viniendo de ti! Gritó Octavio.
En ese momento Quinto paró y desmontó. Miró a Octavio y este también desmontó.
-Dimelo ya Quinto.
-Octavio, yo amé una vez a tu mujer. Dijo Quinto con tono sentencioso.
Octavio se quedó mirando a Quinto con el gesto descolocado, en ese momento todo pareció concordar en la cabeza de Octavio, ese hombre y esa mujer del sueño.... eran Quinto y su mujer Julia, por eso la voz de la mujer le era familiar.
-Antes de que me mates, terminaré de contarte lo que pasó. Eramos jóvenes, y nos enamoramos, pero yo era un simple herrero y su padre jamás me permitió estar con ella. Decidimos fugarnos, pues nuestro amor nos estaba matando y necesitabamos estar juntos, pero la noche en la que nos ibamos a fugar las legiones volvieron de batalla, pero el padre de Julia no volivió. Ella me dijo que no podía fugarse conmigo porque su padre jamás lo habría permitido. Me echó de su vida y ya no la volví a ver. Pero el día de nuestra partida en tu casa cuando la vi asomándose por la ventana y al cruzar nuestras miradas supe que era ella, jamás me olvidé de su mirada ni de su rostro.
Octavio intentaba asimilar todo lo que Quinto le acababa de confesar, tampoco sabía lo que decir, por primera vez en su vida el general de las legiones Halcón no sabía como reaccionar ni que hacer.


OctavioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora