Allí estaba Marco, en la cubierta en mitad de la noche y delante suya se encontraba el vijía. Este rapidamente sacó un puñal de su cinturón, Marco al ver la amenaza del vijía echó mano a su gladium y desenvainó. Marco esbozó una sonrisa, un simple puñal no tenía nada que hacer contra un impotente gladium romano. Sin embargo el vijía se jactó de quitarle la sonrisa de la cara a Marco. En lo que dura un pestañeo el vijía dio unos rápidos movimientos y le produjo un corte en la cara a Marco con la hoja aflilada de su puñal. Marco apenas pudo hacer nada. Pero sí decidió contraatacar, empuñando su gladium con ambas manos por encima de su cabeza se dispuso a golpear con él a su oponente, pero el vijía una vez más fue más rápido que Marco, esquivó el golpe y esto provocó que el gladium d quedase clavado en las maderas de la cubierta. El vijía se colocó detrás y le propinó un fuerte golpe en la espalda lo que hizo al joven caer al suelo. Marco rapidamente se dio la vuelta con la intención de cojer su espada, pero su rival le dio una fuerte patada en la cara, lo que le dio tiempo a cojer el gladium de Marco y empuñarlo él.
Ahora el joven se vió perdido. Tirado en el suelo con el vijía apuntándole con su gladium, un breve recuerdo se le vino a la cabeza, Marco ya había estado en una situación parecida anteriormente. Así es, en la lucha contra los tártaros, se vio en la misma situación que Augusto, a punto de morir y recordó su fallo a la hora de disparar las flechas. Un fallo que hizo que Augusto firmase su sentencia.
Tras pensar en eso Marco cerró los ojos y torció la cabeza hacia otro lado preparándose para su inminente final. En ese momento algo golpeó con fuerza la cabeza del vijía, que cayó incosciente al suelo. Marco ante el ruido abrió los ojos y vio a Octavio y a Quinto sonriendole. Estos ayudaron a Marco a levantarse, pero cuando estaban a punto de preguntarle que había ocurrido algo les interrumpió nuevamente. El camarote del capitán se abrió y de el salieron 8 marineros junto con Roderick y el mismo capitán Percival. Serían los que Marco había escuchado hablar.
-Pero bueno romano, ¿tu madre no te enseñó que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? Dijo Percival.
-Quizás es porque a los romanos lo único a lo que le enseñan es a matar. Contestó Roderick.
Octavio y Quinto se pusieron delante de Marco cubriéndole y rapidamente Octavio se dispuso a hablar.
-Capitán, estos días hemos estado oyendo cosas que no nos agradan lo más mínimo. No sé que os traeis entre manos, pero solo os voy a informar que ni se os ocurra involucrarnos, no sabeis como de bien nos enseñan a los romanos a matar.
Roderick dio un paso al frente con intención de contestar a Octavio, pero el capitán le puso la mano en el hombro y le indicó que volviese a donde estaba.
-De acuerdo Octavio, no quiero que me enseñes eso, mañana al alba ya habremos llegado a Britania y vosotros os podreis ir por vuestro lado, todo arreglado ¿no? Dijo con un cierto sarcasmo Percival.
Octavio no se molestó en contestarle, los tres generales se dieron la vuelta y se dispusieron a irse a su camarote.
-Levantad a ese inútil de ahí. Dijo Roderick refiriendose al vijía.
-No te voy a volver a pedir que controles esos impulsos Roderick. Dijo Percival.
-Si no actuamos ahora se nos escaparán. Contestó Roderick.
-Que ese pensamiento no te pertube amigo, estos romanos ya no se libran de nosotros. Dijo Percival.
Cuando los generales entraban en el camarote Octavio se dió la vuelta y se quedó contemplando a las dos figuras negras que seguían paradas en la cubierta. Octavio les lanzó una mirada a Roderick y a Percival. Una mirada en la que se podía leer que con Roma no se juega.
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Octavio
Historical FictionLa Antigua Roma, año 450 d.C, algo antes de que el Imperio Romano callera bajo la invasión bárbara Octavio Macro el general de las legiones Halcón (las más disciplinadas de todo el imperio) es enviado a tierras lejanas para destapar lo que el empera...