XX.Un rayo de luz

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Octavio seguía intentando salir de su prisión, intentaba por todos los medios escalar hasta llegar a la trampilla, pero estaba demasiado alta. Se aferraba con las manos y los pies a las paredes de tierra, pero era inútil ya que cada vez que lo hacía la tierra se desprendía empujándolo otra vez al suelo. Tenía las manos llenas de heridas, estaba exhausto y el aire se le empezaba a terminar. Volvió a caer una vez más, pero esta vez no se levantó, se quedó en el suelo tumbado boca arriba, estaba demasiado cansado, apenas se podía mover. Giró la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. Octavio empezó a pensar, ¿este será mi final? ¿nunca volveré a ver a mi familia? ¿nunca volveré a Roma? Octavio no conseguía quitarse esos pensamientos de la cabeza, se había rendido. Pero no todo estaba perdido aún, en ese instante un rayo de luz alumbró el cuerpo de Octavio, abrió los ojos y observó como la trampilla se abría lentamente dejando entrar toda la luz en la prisión donde se encontraba Octavio. Una voz que le era familiar comenzó a hablarle.
-¡General Octavio, tenemos que salir de aquí, rapido!
Octavio miró hacia arriba e intentó enfocar la cara de la persona que le estaba hablando, primero pensó en Marco, después en Quinto, pero no era otro que el joven Aurelio.
-¡General, van a volver, tenemos que salir de aquí! Volvió a decir Aurelio.
Octavio se levantó pesadamente y Aurelio le tiró una cuerda, Octavio escaló y por fin salió de allí.
-Aurelio, me has salvado, estoy en deuda contigo. Dijo Octavio.
-Me salvasteis antes cuando Catón me tenía cojido por el cuello, la deuda está saldada. Contestó Aurelio mientras le tendía una tinaja con agua a Octavio.
-Bien muchacho, ahora ya no puedo negar que aquí no está pansado nada. Cuentamelo ya. Dijo Octavio.
-Sí general, se lo contaré pero habreis de esperar un poco más. Tenemos que salir lo antes posible de aquí. He conseguido escabullirme y llegar hasta aquí para rescatarle, pero no van a tardar en volver y si nos ven aquí no dudarán en matarnos.
-¿Cómo se supone que saldremos de aquí? Tenemos a todo el maldito campamento en contra nuestra. Dijo Octavio.
-He robado unos caballos, lo único que tenemos que hacer es conseguir llegar hasta la entrada del campamento sin ser divisados, luego nos dirigiremos a rescatar a los otros generales. Contó Aurelio.
Octavio se acordó de Marco y Quinto, por lo que había dicho Aurelio parecía que ellos también estaban en peligro.
-De acuerdo muchacho, no hay tiempo que perder. Dijo Octavio.
Aurelio y Octavio atravesaron el campamento sigilosamente, sin embargo no fue una tarea muy difícil ya que no había apenas nadie.
-Aurelio, ¿dónde están mis legiones? Susurró Octavio.
-Ya no son tus legiones, están todos en contra vuestra, en cuanto a donde están, pues no tengo ni la menor idea, pero seguro que están con Septimus preparándose para ejecutaros. Dijo Aurelio.
-¿Has dicho Septimus? Preguntó Octavio.
Pero algo les interrumpió
-¡El prisionero se escapa! ¡El general se está escapando! Gritaba un legionario.
-¡Mierda! ¡Nos han visto! Dijo Octavio.
-¡Corre Octavio, tenemos que salir de aquí ya! Dijo Aurelio.
Ambos empezaron a correr, los legionarios les pisaban los talones, en ese momento Octavio echó mano de su gladium y se dió la vuelta.
-¡Yo les entretendré, Aurelio trae los caballos, rápido! Ordenó Octavio.
Aurelio siguió corriendo.
-Bien hijos de perra, soys unos traidores, ¡y esto es lo que les pasa a los traidores! Gritó Octavio.
Los 6 legionarios se lanzaron hacia él, Octavio bloqueó el golpe de uno de ellos, acto seguido le agarró el brazo y se lo retorció hasta partirselo, el segundo legionario intentó atacarle por la espalda, pero rápidamente Octavio se giró y le propinó un mortal corte con su gladium en el cuello, los cuatro legionarios restantes decidieron atacar a Octavio, este cojió un escudo que portaba el legionario al que acababa de matar y arremetió contra ellos tirándolos al suelo, sin pensárselo dos veces hundió su gladium en cada uno de sus cuerpos. Pero no había terminado ahí, venían más legionarios, Octavio agarró su gladium con fuerza y se mantuvo firme, pero una vez más Aurelio apareció como un rayo de luz con dos caballos.
-¡Vamos Octavio! Gritó Aurelio.
Octavio se montó en el caballo y ambos salieron al galope del campamento.

Cuando hubieron dejado atrás a los legionarios Aurelio comenzó a contarle a Octavio todo lo que quería saber.
-Bien Octavio, no sé por donde empezar, pero te voy a contar todo lo que quieres saber. Antes de nada aunque yo creo que ya lo habrás percibido, se está consumando una conspiración en contra de los generales, es decir, en contra de Marco, Quinto y tuya. Desde antes de que vinierais todo estaba planeado, acabar con vosotros. Dijo Aurelio.
-Pero muchacho, sigo sin entender. ¿Por qué quieren acabar con nosotros? ¿Y quién está al mando de todo esto? Preguntó Octavio.
-No nos han dado motivos, simplemente nos han dicho que matemos a Quinto y a Marco y que a tí te mantengamos prisionero, parece que Septimus tiene otros planes para tí. Contestó Octavio.
-Es cierto, antes también mencionaste a Septimus, ¿es el capitán Percival?
-Así es, Septimus Percival, el encargado de traeros hasta aquí, él es el alto mando de esta conspiración. Dijo Aurelio.
-Pero jamás había visto a Percival antes. ¿Por qué querría matarnos?
-El jefe le propuso hacerlo a cambio de una jugosa cantidad de dinero y una alta posición en la sociedad romana.
-¿El jefe? ¿Quién es el jefe? Preguntó atónito Octavio.
Algo interrumpió la conversación de Octavio y Aurelio, era una partida de legionarios que seguían buscándoles.
-Nos han encontrado, ¿y ahora qué? Dijo Octavio.
-Cuando caiga la noche iremos a la ciudad, nos esconderemos allí. Conozco un sitio donde pasaremos totalmente inadvertidos y podremos planearlo todo para rescatar a Marco y a Quinto. Contestó Aurelio.
-De acuerdo muchacho, vayamos pues.
Ambos aligeraron la marcha de sus caballos y se dirigieron hacia la ciudad. Octavio pensaba que las cosas por fin estaban cambiando a favor suya.

OctavioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora