Capítulo 26

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Viernes, mes de marzo

Miraba mi plato con cierto recelo. No veía algo tan poco apetecible desde hacía mucho tiempo.

—Siempre en las nubes, Charlotte. —Di un brinco y vi a Thomas—. ¿Tan feo soy que te asusto?

—Un día de estos tendré un infarto y será culpa tuya —contesté burlona.

Vi entrar a Trevor en la cafetería con Giselle y con Joe. Giselle me miró y le dijo algo a Trevor que negó con la cabeza. Giselle se cruzó de brazos y le dijo algo más antes de dejarle ahí con la palabra en la boca.

—Siempre tan insoportable —comentó al llegar a la mesa—. Lo único que le salva es que está bueno —bromeó.

—Y que lo digas —dijo Thomas.

Giselle arqueó una ceja y le miró divertido.

—¿Algo que no me hayáis contado, chicos?

—La vida no se explica, Giselle. Solo se vive —le contestó Thomas—. Y por eso me voy a seguir mis instintos.

Giselle le sacó la lengua y me miró otra vez.

—¿Y no me lo ibas a decir? Llevo aguantando a tu hermano más de una semana.

—Así no le tengo que aguantar yo.

Me miró fijamente y nos empezamos a reír.

—¿Qué es tan divertido? —Me di la vuelta y vi a Joe. Detrás de él estaba Trevor.

—Char tiene unas ideas muy particulares.

—¿Podemos sentarnos? —preguntó Trevor sin apartar los ojos de mí.

Se le notaba cansado, con las ojeras bien marcadas y su expresión era de tristeza. Le miré con ternura y sonreí un poco.

—Tú nunca tienes que pedir permiso, Trevor —le dije.

Me miró unos segundos más antes de tirar la bandeja en la mesa y abalanzarse sobre mí.

—Lo siento, Char. Por favor, tienes que perdonarme —suplicó—. Soy la peor persona del mundo y yo solo quiero que tú seas feliz. —Puso sus manos en mis mejillas y las estrujó—. Haré todo lo quieras, por favor. Perdóname.

—Primero, deja de apretujarme la cara —articulé como pude y se separó un poco de mí—. Y segundo, solo sé mi hermano, nada más.

—Podré hacerlo, te lo prometo. —Me volvió a abrazar con fuerza.

—No puedo respirar.

—Perdón, perdón. —Se sentó a mi lado y agarró mi mano—. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Has comido?

—Estoy bien, Trevor —contesté divertida.

—¿Seguro? No has comido nada. ¿Quieres mi comida?

—No hace falta.

—Déjala respirar, Trevor —se metió Giselle—. Ya la hemos cuidado Brit y yo en tu ausencia.

—¿Te han tratado bien? —me susurró.

—¡Trevor! —se quejó.

—¿Qué? Tenía que preguntar.

Le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Siempre tan dramático, Trevor.

Terminamos de comer tranquilamente y volvimos a clase.

Esta tarde venían a darmos una charla de empresariales y negocios para ayudarnos a enfocar nuestro futuro laboral.

Y ahora MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora