II. Cerezos

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Destroyers of Worlds
Destructores de Mundos


II. Cerezos

El circuito de Suzuka este año caería en pleno brote de cerezos, el rosa de los pétalos cubría las calles y le daba un toque encantador a la carrera próxima a llevarse el domingo.

Max había llegado once días antes al país después de la terrible carrera de Australia. Un freno en su propio carro fue lo único que pudo detenerlo en un invicto de carreras ganadas desde Singapur el año pasado, su racha se veía mermada por un maldito freno y eso era imperdonable, al menos eso se decía en su cabeza constantemente.

Estaba sumergido en el simulador cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe, Sergio sin avisar tomó una almohada de su cama y con fuerza le golpeó la cabeza haciendo que su coche se estrellara en la pantalla.

—¡Idiota! ¿Por qué hiciste eso? —le gritó quitándose los audífonos con rabia sobándose la cabeza por dicho golpe.

—¿Has visto la hora, Verstappen? No claro que no, prefieres estar metido en el simulador olvidándote del mundo. Si no fuera por mi ya estarías muerto por inanición.

Max bufó colocándose los audífonos recibiendo otro golpe por parte de Checo con la almohada.

—¡No me ignores, cabrón! Esto es importante. Christian esta hecho una fiera allá abajo porque no has presentado tu trasero en ninguna junta y como no tiene a otro idiota a quien mandar, me regañó a mi para llevarte aunque sea amarrado.

Max arrugó la mirada viendo a Sergio arrojar la almohada a la cama y sacar un polo de Red Bull arrojándoselo a la cara.

—Vístete, te espero afuera.

Max suspiró fastidiado pero acató la orden estando listo en menos de diez minutos. Al salir de la habitación Sergio mensajeaba algo en su celular y al final del pasillo vio llegar a Alice que igual de furiosa que Checo le dirigía la mirada más aterradora que podría darle.

—Van tarde al día de medios, Christian esta furioso así que esperen un gran regaño. Verstappen tu padre esta aquí también.

Max tuvo que sobarse el puente de la nariz, era demasiado para procesar en menos de cinco minutos, pero sin decir nada siguió a ambos por el pasillo hasta el elevador y con el frío de la mirada de Christian supo que ese día sería largo.

Al anochecer, Max estaba cansado pero listo para tomar un par de horas más en el simulador, sin embargo, cuando llegó a su habitación después de una tarde de entrevistas tediosas y repetitivas se encontró con Sergio que en algún momento se desapareció del grupo.

Estaba sentado en uno de los sillones de la habitación y en su mano llevaba un Red Bull que agitaba despacio.

—¿A qué debo la visita? Creí que estarías molesto por ser el mandadero de Christian.

Sergio sonrió de medio lado alcanzando su mano izquierda, lo volteo a ver notando sus ojos de cachorro confundido, lo miraban fijamente sin apartar ni un segundo sus ojos cafés de los azules de Max.

Sintió que su cuerpo temblaba, más cuando su pulgar comenzó a masajear el dorso de su mano colocando un poco de presión que le causaba un cosquilleo agradable que subía hasta el cuello.

—Deja el simulador por esta ocasión y acompáñame un momento.

Max bufó, su celular sobre la mesita de centro vibró, una notificación de su padre lo hizo suspirar cansado de nuevo.

—No puedo, tu viste lo que paso en Australia, no me puedo permitir el fallar.

—Tú y yo sabemos que no vas a perder esta vez y que lo único que te va a detener es el mismo carro. Yo en cambio estoy jodido, entre que me quieren quitar mi puesto y que no me siento tan a gusto con el coche será milagro si consigo un subcampeonato.

Max se sentó a su lado quitándole la lata para beber directamente de ella dejándola sobre la mesa y con una media sonrisa tomó el rostro de Sergio entre sus manos.

—Nadie más que tú merece ese puesto y lo sabes. Van a salir muchos rumores hasta que acabe la temporada, pero la verdad es que te van a re-contratar y tal vez te retires en Red Bull cuando lo desees.

—Solo estas intentando animarme, güerito.

—Solo digo la verdad.

Max unió sus frentes dejando que el corazón de ambos se calmara un poco después de un día tan caótico, Sergio fue el primero en romper la distancia en un beso corto y se separó dándole una sonrisa.

—En serio, no vayas al simulador, solo por hoy. Van varias noches que duermo solo y no lo he hecho bien.

Max acarició el pómulo de Sergio notando la pequeña marca morada indicando que sus palabras eran reales.

Su celular volvió a vibrar y con un suspiro asintió.

—Ve a darte un baño y en un momento te alcanzo, le diré a papá que esta noche no estaré disponible.

Sergio le sonrió de nuevo, como quien hubiera ganado un premio y sin más se empezó a quitar la ropa con rumbo al cuarto de baño.

Max miró su celular leyendo las notificaciones hasta que una de un correo en letras japonesas brincó de repente. De inmediato lo abrió leyendo el contenido, era un pequeña frase en japonés que al usar el traductor su corazón dio un salto.



世界の破壊者なり
Destructor de mundos.



Una enorme sonrisa surcó los labios de Max que al ver a Sergio pasar de un lado a otro de la habitación no pudo evitar correr a abrazarlo. La platica con su padre quedó olvidada ya que en cuanto leyó esas palabras solo tuvo ganas de mostrar su emoción a Checo.

Le robó un beso lleno de pasión a lo cual Sergio respondió sin problemas, arrojó el aparato a la cama y ambos se arrastraron al cuarto de baño de donde no salieron hasta que Alice golpeando la puerta principal, los hizo reaccionar de que la carrera era prioridad en ese momento.

A la mañana siguiente, cuando Sergio vio el mensaje en el celular de Max una media sonrisa se formó en su rostro.

Todo iba de acuerdo al plan.

Y Max abrazado a su espalda con el rostro recargado en su hombro, sabía que más pronto que tarde todo por lo que estaban luchando tendría al fin sus frutos.

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