V. Amarte

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Destroyers of Worlds
Destructores de Mundos


V.Amarte.

Max miraba hacia todos lados no sintiéndose tranquilo. Según marcaba el reloj de muñeca eran las siete de la noche y las calles ya estaban iluminadas por faroles a cada lado de las banquetas además de que se sentía extrañamente observado.

Sergio bebía un poco de agua de una botella mirando de reojo a Max que se balanceaba de un pie a otro intentando calmar sus nervios.

Güerito, comienzas a estresarme.

Max lo miró afligido y después al otro lado de la calle esperando algo o alguien.

—Perdona, es solo que todo esto no me termina de convencer.

—Hace unas horas estabas feliz que hasta me dejaste cogerte con gusto ¿y ahora te arrepientes?

Las orejas de Max se pusieron rojas por las palabras de su compañero y carraspeo un poco solo para disimular su nerviosismo.

—Es solo que el lugar no me da confianza, es un barrio muy lejano. Ni siquiera sabía que existía un lugar así en Suzuka.

Sergio sonrió tirando la botella en un bote de basura y después miró a Max.

Te falta barrio.

—¿Qué?

—Nada, tranquilízate estaremos bien, Yuki dijo que a pesar de lo lejano que esta es un barrio seguro y si nos citaron aquí es por una buena razón.

Max se mordió el labio poniendo cara de cachorro regañado. Suspiró pesado e intentó calmarse mientras los minutos pasaban esperando a que la hora de reunión se llevara a cabo.

Max se distrajo mirando los pétalos de cerezo caer con el ligero viento que golpeaba las copas de los árboles, cuando de repente una camioneta negra polarizada se estacionó enfrente de ambos.

Por mero instinto sostuvo con fuerza la mano de Sergio que se veía igual de tenso que él.

La puerta se abrió mostrando a un hombre en traje negro bajando de la camioneta, miro a ambos con un rostro serio e hizo una ligera reverencia a modo de saludo y con un perfecto Ingles les hablo.

 —Los esta esperando, si gustan acompañarnos.

Max y Checo se miraron a los ojos, asintiendo dándose valor subieron a la camioneta, solo esperaban que todo saliera bien.

Sin embargo, no se supo nada de ellos por dos días enteros. Hasta que un día volvieron tranquilos como si de unas vacaciones se hubieran tomado.

Max se aferraba con fuerza a las sábanas debajo de él lanzando su cuello hacia atrás, sintiendo la electricidad surcando por su columna vertebral entumiendo sus piernas

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Max se aferraba con fuerza a las sábanas debajo de él lanzando su cuello hacia atrás, sintiendo la electricidad surcando por su columna vertebral entumiendo sus piernas.

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