9.

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La oscuridad no siempre significa algo malo. Desde pequeño Myungjun tuvo ese pensamiento. Su madre, una hermosa mujer, un ser de luz sin ningún rastro de maldad le enseñó a no juzgar a un libro por su portada. Eso aplicaba para todas las cosas.

La pequeña salamandra de colores extravagantes que posaba en su mano y se lamía los ojos lo miraba fijamente mientras movía su cola de un lado a otro. Era como si le estuviese sonriendo. 

—Él da miedo, no se le acerquen. —oyó detrás de él, haciéndolo mirar con curiosidad girando su cabeza, viendo a más niños a lo lejos, en medio del frondoso parque verdoso con vegetación por todas partes.

Se levantó con cuidad, manteniendo a la salamandra en su mano la cual se trepó hasta su hombro acompañándolo en su andar. Pasó por los niños, viendo a otro a lo lejos, solitario y de cuclillas en el suelo mirando algunas hojas y piedras.

—¿Por qué da miedo? —preguntó en voz baja sabiendo que los niños tras de él le oyeron y contestarían su pregunta.

—Es raro, y sus ojos dan miedo. Mi mamá dice que no hay que acercársele. Es un demonio.

Myungjun ladeó su cabeza confundido. Desde su posición solo veía a un niño de espaldas jugando con una rama en su mano moviendo las piedras y hojas como si mezclara una sopa.

Comenzó a acercársele con lentitud, ignorando el llamado de los otros niños hasta estar de espaldas a él.

—¡Hola! —exclamó sonriente, asustando al contrario—. Me llamo Myungjun. —sonriente, extendió su mano.

Con lentitud y algo de nervios, el contrario fue girando su cabeza hasta mirar a Myungjun. No estaba acostumbrado a que los niños de su edad le hablaran.

—Hola. —respondió en un susurro.

Myungjun en ese momento pudo entender porqué le llamaban monstruo, a aquél niño. Aunque él no lo consideraba uno. Solo era alguien distinto. Prefería llamar a esos ojos completamente negros, con una pequeña pupila amarilla en el centro algo únicos.

—¿Qué haces? —preguntó, bajando su mano sabiendo que era muy tímido como para responderle el gesto. Se colocó de cuclillas a su costado mirando las hojas y piedras.

—Y-Yo... estoy practicando. —su cercanía lo ponía nervioso, haciendo que posara ambas manos en sus rodillas.

—¿Practicando? ¿Qué cosa? —preguntó curioso.

El contrario no respondió, solo se sintió más nervioso mientras ponía sus manos encima de las hojas y piedras y cerraba los ojos un momento concentrándose y ejerciendo algo de fuerza. Una pequeña chispa de fuego bastó para que una de las hojas comenzara a quemar, esparciéndose con las demás y creando así una pequeña fogata.

—¡Wow! ¡Eso fue genial! ¿Cómo lo hiciste? —preguntó entusiasmado.

—¿No te da miedo? —Myungjun negó, con los ojos brillando cual estrellas emocionado por lo que acababa de hacer.

—¿Cómo lo hiciste?

—No lo sé. Mi padre me dijo que es algo que está en nuestra sangre, y que debo practicar para poder usarlo. —respondió, sintiéndose con más confianza ante el contrario, y mostrándole como de la punta de su dedo índice derecho, salía una diminuta llama color verde.

Myungjun quedó más sorprendido, acercando su rostro al dedo del contrario para apreciar con más detalle la linda llama. Era muy linda.

Ambos niños se la pasaron jugando toda la tarde, compartiendo risas y travesuras entre los arbustos mientras que el sol se iba poniendo en el horizonte. La madre de Myungjun apareció de repente, llamando a su hijo para que fueran a casa juntos antes de que anocheciera.

Circus || BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora