8.

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—Tengo que volver.

Han pasado dos días desde que Jinwoo hizo su visita a aquella casa. Con cada segundo u hora que transcurría, la ansiedad de Eunwoo aumentaba. No podía dormir correctamente, ya que pesadillas atormentaban sus sueños, pesadillas en las que el protagonista era Jinwoo.

—No, Eunwoo. —contestó Bin, sosteniéndolo del brazo con fuerza y atrayéndolo a su pecho—. Sé que estás asustado... pero todavía hay tiempo. Te dije que pensaría en algo.

—E-Es que tú no lo entiendes... Jinwoo es un monstruo.

—Claro que lo sé. —afirmó, mirándolo a los ojos—. Sé que es un monstruo. Si fuera un humano no te hubiera hecho esa clase de cosas por las que tuviste que pasar, si fuera un humano no estaría lucrando a base del sufrimiento de otros.

Eunwoo negó.

—No... Los demás en el circo están con él por voluntad. Nunca oí una sola queja, mas bien ellos disfrutan de su dictadura. —mencionó, intentando calmar su respiración.

Moonbin se quedó en silencio ante aquella información. Le parecía increíble que haya gente que siguiera a un tipo como él, ¿cuál sería la razón? ¿Por la fama acaso? No justificaría los malos tratos. Pero por lo que pudo ver, Eunwoo era el único que recibía un trato diferente. Eso significaba que realmente había gente mal de la cabeza dispuesto a seguir y alabar a un tipo como lo era Jinwoo.

 Tomándole de la mano, lo llevó hasta la cocina, sentándolo en un pequeño banquito que tenía ahí para que lo viera en todo momento mientras comenzaba a preparar la comida para el almuerzo.

—¿Te parece si cocino pollo? Sé que te gusta. —le preguntó desde el refrigerador mirándolo con ternura cuando asintió efusivamente y se secaba las lagrimas, cambiando esa triste expresión por una emocionada—. Bien, eso haré entonces.

Comenzó a cortar y empanizar el pollo bajo la atenta mirada del otro, cuyos ojos brillaban constantemente y su cola se movía de un lado a otro. Cuando sonreía, Bin podía ver sus colmillos, como si fuera un pequeño vampiro preparándose para una festín.

Tocaron la puerta, y Bin se apresuró a responder para ver quién era.

—Oh, Binnie, buenas tardes. —era la señora Choi, una vecina muy querida del vecindario—. Vine a devolverte los tuppers que me prestaste el otro día. Muchas gracias.

—Señora Choi, no tiene por qué preocuparse. Lo hice con gusto. —respondió Bin, aceptando la bolsa con los tuppers que le había prestado—. ¿Cómo se encuentra? ¿Su hijo ya se recuperó de su lesión?

—Dice que sí, pero yo sé que el mocoso está mintiendo solo para que lo consientan más. —mencionó entre risas—. Niños, ¿qué se le puede hacer?

—Tiene razón, señora Choi. A los niños les encanta recibir atención. —contestó Bin, riendo igualmente.

—Cuando consigas una hermosa mujer y tengas tus propios hijos, podrás vivir esa experiencia por tu cuenta. —tocó el hombro de Bin—. Deberías buscar esposa cuanto antes. Ser joven no es eterno. ¡Y más en tiempos como estos! La gente del pueblo anda muy extraña últimamente. Me dan escalofríos. —sacudió sus hombros sintiendo un escalofrío.

El sonido de algo cayendo al fondo, seguido de un quejido, hizo que Bin volteara hacia atrás y la señora Choi levantara la vista sobre su hombro.

—¿Hay alguien más en casa?

—Ah... no, seguro fue...

Otro estruendo, un poco más fuerte que el anterior, lo hizo callar.

—¿Quién es? —preguntó curiosa, mirando por encima de Bin. El sonido venía de la cocina, que estaba a la mitad del pasillo hacia la derecha. Lo sabía porque había estado en la casa de los Moon unas cuantas veces.

Circus || BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora