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Cuando abrió los ojos, se encontraba en su casa, acostado en su cama, mirando hacia el techo. El reloj marcaba pasadas las tres de la mañana mientras un fuerte dolor en su nuca lo azotaba. No recordaba cómo había llegado ahí. Lo último que aparecía en su mente era que se estaba acercando a Eunwoo, antes de que todo se volviera oscuro.

Eunwoo.

Solo el pensamiento de su nombre lo llenaba de felicidad, haciendo que una sonrisa se dibujara en su rostro. El simple recuerdo de haber visto su rostro angelical hacía que su corazón latiera con rapidez. Llevándose una mano al pecho y sonriendo ampliamente, comenzó a patalear de emoción como un niño mientras se revolcaba en la cama.

—Fue tan... único —susurró contra su almohada, dejando que la emoción lo inundara por completo.

Repasó una y otra vez la misma escena en su mente. Él, desde las gradas, observando a Eunwoo con asombro, mientras el público parecía incapaz de apreciar la verdadera belleza. Incluso cuando saltó la valla que separaba al público del escenario, acercándose cada vez más a Eunwoo que cualquier otro.

Los ojos oscuros y penetrantes de Eunwoo, con destellos dorados, lo cautivaron, al igual que su piel pálida que parecía adquirir un tono gris bajo las luces del escenario. Los extraños símbolos en su cuerpo, que podrían ser tatuajes o algo más, solo añadían un misterio fascinante a su aura. La transformación completa de Eunwoo le pareció una maravilla, una experiencia que necesitaba revivir.

Con ese pensamiento en mente, Bin se dispuso a dormir, esperando ansiosamente que el circo programara otro espectáculo lo más rápido posible para poder volver a ver a Eunwoo y sumergirse una vez más en su encanto sobrenatural.

Por ahora ignoraría el hecho de que apareció repentinamente en su habitación a pesar de no recordar cómo llego a su habitación. Quizás fue una laguna mental, no era muy común, pero solía tenerlas. Así fue cómo se excusó.

Los días transcurrían con normalidad en el pueblo. A pesar de la ansiedad por un nuevo espectáculo, la gente mantenía sus rutinas cotidianas. Trabajaban y conversaban entre ellos como de costumbre, y Bin no era la excepción. Pasaba las mañanas trabajando en el campo y por las tardes salía a hacer sus compras para la comida. Sin embargo, a pesar de ocupar su mente en sus quehaceres diarios, no podía sacar de su cabeza a ese tal Eunwoo. Cada vez que cerraba los ojos, recreaba el momento una y otra vez, y en todas esas ocasiones su corazón latía con rapidez.

Poco a poco, una extraña necesidad comenzaba a crecer en su interior. Quería ver a Eunwoo, verlo cuanto antes. ¿Qué era este sentimiento? ¿Acaso se estaba obsesionando? No lograba entenderlo.

Bin esperaba con ansias una nueva función, que parecía cada vez más lejana. En su tiempo libre, paseaba por el pueblo, escuchando diversas opiniones sobre el espectáculo pasado. Sin embargo, todas coincidían en lo mismo: Eunwoo era una criatura sacada del infierno, aunque esta creencia religiosa no era muy arraigada en el pueblo.

En sus caminatas, siempre terminaba parado frente al circo, observándolo desde lejos. Cada día se acercaba un poco más, hasta que finalmente se encontró a solo un paso de ingresar. Quizás... solo quizás, si entraba, podría volver a verlo...

—¿Qué haces aquí? —una voz detrás suya lo detuvo.

Bin se giró con rapidez, sintiendo el corazón golpear con fuerza en su pecho al ser sorprendido por Jinwoo, el hombre elegante con su característico sombrero de copa morado y su impecable traje. Su bastón, como siempre, era una extensión de su figura, aunque esta vez no tenía el micrófono incorporado. Era evidente que se trataba de una pieza separada.

—Ah... yo solo, estaba paseando por aquí.

—¿Querías entrar al circo? —preguntó Jinwoo, levantando una ceja con curiosidad.

Circus || BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora