4

63 9 2
                                    

Alianzas y negociaciones

- Harás grandes cosas, Korra -.

Fue lo que le dijo un hombre con tatuajes de flecha que jamás había visto, pero que reconocía de algún lado, esa frase también le parecía conocida, tal vez la escuchó de otra persona.

Aunque siendo sincera consigo misma, no puede confirmarlo, todo es muy confuso en estos momentos.

El rostro envejecido del hombre mostraba una serenidad que le recuerda a alguien, su ropa y su bastón también hicieron lo mismo, él le sonrió antes de que una luz resplandezca con intensidad y la cegara momentáneamente.

Entonces, abrió los ojos y el mundo real resultó sombrío a lo brillante de su extraño sueño.

Está desorientada, acostada en una camilla y apenas puede moverse, le han quitado la parte superior de su uniforme militar, siente vendajes por todo el pecho y un tremendo dolor atravesándole el hombro, su boca está seca, le pesan bastante los ojos y sus sentidos se entorpecen a medida que adquiere consciencia de su alrededor.

Viejo, frágil e inestable, es lo primero que piensa de la casa que sirve de hospital, a los lados percibe los quejidos de los heridos en otras camillas, aún más lejos, escucha los lamentos de quiénes han perdido familiares, acompañado del movimiento de los sanadores yendo y viniendo de un lugar tras otro, está sumamente quieta en el vaivén del frenético ritmo de la sala de curación.

¿Por qué está allí?

Se pregunta ociosamente a la nada, dejando de lado el dolor, tocó la herida de su hombro, siseó por el tacto, es larga y profunda, tardará en curarse por completo y dejará una cicatriz desagradable más a la lista, ve su mano maltratada con los nudillos abiertos y las uñas dañadas, y la pone sobre su pecho, tocó otra descolorida marca de guerra y recordó cómo terminó acá.

Korra luchó con todas sus fuerzas desde el inicio de la invasión, perdió de vista a Sakari en algún momento del combate y luego se volvió caótico, todo se pudrió cuando esas cosas de fuego cayeron sobre ellos otra vez, vio morir a varios de forma espantosa, aliados y enemigos fueron abatidos por el mismo fuego, llegaron los refuerzos y se reanudó la pelea, iban ganando, sacaron a los norteños de la ciudad, solo faltaba hundir los acorazados y... 

La derrumbaron.

Un imbécil la aplastó, otro la apuñaló y los demás iban a matarla, pero la luz apareció y un poder inimaginable surgió de ella, abrió la tierra y levantó el mar, a partir de allí todo es borroso.

Nadie normal nunca podría haber hecho eso.

- Buenos días, Avatar Korra - La sanadora le saludó alegre, sintió un ligero malestar por el título, después de lo que hizo, ya no será un secreto - Espero que haya descansado bien.

- Sí - Su voz sonó reseca, la tos la agarró desprevenida y la chica se le hizo tomar agua, ella la recostó y le puso una manta encima - ¿Cómo está la tribu?

Es lo que más le inquieta, el Norte causó una destrucción impresionante durante la batalla.

- Quédese quieta, por favor, déjeme curar su hombro y luego le explico - La beta sacó los vendajes sangrentados de su hombro, dobló una pequeña cantidad de agua de un recipiente y el característico brillo azul adormeció el ardor de esa herida, luego de un rato, le dijo de forma contundente - No voy a mentirle, el enemigo destruyó gran parte de la tribu y se llevó la vida de la tercera parte de nosotros.

Malditos hijos de puta.

- Y hubieran muerto más personas si usted no intervenía, muchos estamos agradecidos de que nos haya salvado – A pesar del informe lamentable, la chica quería felicitarla – La tribu siempre estará en deuda con usted, Avatar Korra.

Dark waterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora