CAPITULO 6

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Sus ojos estaban fijos en sus manos. Tenía los dedos delgados y, a simple vista, parecían frágiles; su piel era tan pálida que parecía de papel. Pero no era la delicadeza de sus manos lo que llamaba su atención, eran sus uñas, sus largas, filosas y fuertes uñas.

A veces se preguntaba cuánto se habían combinado su alma y la de su huésped como para que ella manifestara físicamente estas cosas: sus ojos, sus dientes, sus uñas, el color de su pelo, el olfato y su sentido auditivo... Todas esas cosas que la hacían tan especial dentro de su clan y, a la vez, tan desafortunada.

Un suspiro resignado resonó por toda la habitación. Tomó una lima especial para sus uñas, que eran tan inusualmente resistentes gracias a la energía maldita que llegaba a ellas de forma inconsciente. Una por una las fue rebajando, con cuidado de no lastimarse y asegurándose de rebajar el filo tanto como le fuera posible.

—No entiendo por qué haces que crezcan tan rápido. Es molesto tener que hacer esto tan seguido...

Su voz suave, tan baja que incluso una respiración sería capaz de opacarla. Pero Akemi sabía que a quien le hablaba sería capaz de escucharla incluso si susurrara entre la multitud de un concierto de metal.

—Yuji es parecido a mí —sus ojos brillaron suavemente por el reflejo de la luna sobre ellos—. Él tiene a Sukuna, el rey de las maldiciones, o eso dijo Satoru.

Dejó la lima a un lado de su mesa de noche y se levantó de la cama mientras sacudía el polvo de su pijama, una simple bata de seda que cubría un camisón negro de algodón. Buscó con la mirada sus sandalias, sus lentes y la pequeña mochila que había preparado. Una vez dio con ambas, se las colocó con rapidez. La verdad, agradecía que las uñas en sus pies fueran normales, humanas, y que no crecieran sin control.

La zona donde estaba su cuarto era, por decirlo de alguna forma, especial. Estaba lejos de los dormitorios de alumnos y más bien cerca del bosque que rodeaba la escuela, prácticamente detrás del edificio principal y, para suerte de Akemi, bastante cerca de un sótano en específico.

Con cuidado y haciendo el máximo silencio posible, salió de su habitación. Debía tener extrema precaución para no alertar a los ocasionales vigilantes. Pasar desapercibida no fue tan difícil. La oscuridad de la noche y el entrenamiento que había llevado a lo largo de toda su vida hicieron que llegar a su destino fuera bastante rápido.

Tres toques, dos rápidos y uno lento. Un código simple, pero que le hacía saber inmediatamente a Yuji que era ella. La rendija se abrió y unos bonitos ojos avellana se asomaron por detrás. No se saludaron, en su lugar Akemi entró tan rápido como pudo.

Una vez dentro, se lanzó a los brazos de Itadori en un fugaz abrazo.

—¿Lentes de sol en la noche? ¿En serio, Akemi? —se burló Itadori. Una de sus manos jugueteó con la idea de quitarle los lentes, pero Akemi fue más rápida y detuvo su mano.

—Déjame, es parte del outfit —bromeó, aunque había algo en su tono que no pasó desapercibido para el pelirrosa.

Itadori negó con la cabeza, su brazo rodeó a la chica y ambos avanzaron hasta la cama improvisada que Yuji había hecho entre el sillón y la televisión.

—Ya acomodé todo. Y hace rato vino Gojo-sensei y trajo dangos.

Akemi sonrió dejando a la vista sus colmillos. Ella amaba los dangos, eran de sus dulces favoritos.

—¿De qué trajo? —preguntó mientras comenzaba a sacar las cosas que había traído.

—Uhm, vi unos de mitarashi, no estoy seguro de qué sean los otros.

La albina colocó su computadora en el suelo junto a varios cables para conectarla a la televisión.

—¿Crees que Gojo-sensei sepa que ibas a venir hoy? —preguntó Itadori mientras sacaba los dangos de la bolsa y los ponía frente a ellos.

人柱 HITOBASHIRA || Jujutsu Kaisen || Itadori YujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora