CAPÍTULO 5

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La mayoría de los personajes le pertenecen a S. Meyer aunque habrá algunos hijos míos. Por lo demás. . . continúo jugando


CABELLO CHOCOLATE

Apenas una brisa susurrante se notaba a través del suave movimiento de la copa de lo árboles, caminaba sin prisas, sintiendo el cálido viento en su cara. El parque Riverside al final de la tarde era un placer para la vista, sobre todo para personas como él, a quien le gustaba observar las actitudes y tratar de descubrir el carácter de los demás mortales con solo mirarlos. Miraba mientras seguía su camino por el sendero junto al rio, miró a la gente que solía hacer ejercicio, a las personas que pasaban apuradas por llegar a casa luego de un día de trabajo, a algunos ancianos para aquí o por allá, todo lo que usualmente suele verse en un parque al atardecer en la parte más segura y residencial de la ciudad. Estaba tan cómodo consigo mismo, tan seguro y confiado que no advirtió que de pronto que el espacio cambio, la brisa cálida que envolvía el parque de pronto se torno fría, las luces bajaron su intensidad y un desasosiego lo embargó. Apretó el paso girando a la izquierda donde se encontraba una de las avenidas principales para regresar a su departamento, camino cerca de diez minutos pero pero siempre volvía al mismo lugar, las luces de pronto parecieron perder su intensidad y una penumbra densa cayó sobre las piedras que pisaba. Continuó caminando, escudriñando el cielo, -Se avecina una tormenta - pensó al notar el cambio en el clima, apresurando nuevamente el paso, pero al mirar a su alrededor se dio cuenta que ya no se encontraba en el parque - ¿cuándo lo había abandonado? - se desplazaba ahora por un túnel abovedado, de paredes sombrías y húmedas

-¿Cómo diablos llegue aquí? – se preguntó

Nunca había visto ese lugar y estaba seguro que no formaba parte del Riverside. Oscuros ladrillos le daban una tonalidad rojiza y pesada al ambiente haciendo que este fuera claustrofóbico. Siguió caminando cuando notó una presencia tras de sí, agudizó los oídos para escuchar los pasos pero no oyó nada, apretó el paso para ganar velocidad tratando de escapar - ¿de qué? - no lo sabía pero tenía la certeza quede que fuera lo que fuera no poda llegar a él, era como si una presencia estuviera a sus espaldas, era algo que simplemente no debía estar ahí, algo intangible pero sin embargo, lo suficientemente poderoso como para sentirlo hasta en sus entrañas. Un sudor frio le corrió por la espalda, los latidos de su corazón se aceleraron casi al doble, comenzó a respirar agitadamente porque aunque quisiera ganar velocidad no lograba hacerlo, sus piernas parecían pesar toneladas y se negaban a cumplir las ordenes que desesperadamente llegaban desde su cerebro, no podía despegar los pies del piso, intentó impulsarse con los brazos, exagerando el clásico movimiento de vaivén que se hace al caminar, mas sintió que su mano golpeaba contra la pared.

El dolor le hizo abrir los ojos y mirar a su alrededor desorientado. Se encontraba en el espacio seguro de su habitación, envuelto en un revoltijo de sábanas húmedas que se pegaban a su cuerpo empapado en sudor.

Otra vez esa maldita pesadilla.

Se levanto tambaleante y se dirigió al baño, una ducha le haría bien, necesitaba quitarse el sudor y relajarse, aún tenía los latidos acelerados y podía sentir la agitación y el desasosiego sobre si.

Abrió la ducha y templo el agua, sintió como sus músculos se relajeaban cuando un momento después, parado bajo el regador, sentía el calor abrirse paso sobre su piel. Tomó la botella del exclusivo gel de ducha que usaba y comenzó a enjabonarse, tratando de aflojar la tensión. Era la cuarta vez que tenía esa pesadilla y ya se estaba cansando, nunca había tenido sueños recurrentes pero esta ya estaba colmando su paciencia.

Distraídamente mientras pensaba, iba enjabonándose, cuando de pronto lo notó. Volvió a pasar lentamente la mano por su axila y ahí estaba, un pequeño bulto. Presionó levemente, pero no sintió dolor mas lo palpo claramente. Buscó más en la otra axila y ahí también encontró uno, aunque más pequeño que el anterior, se enjuago rápidamente y salió de la ducha, se paró frente al espejo con los brazos en alto palpándose nuevamente. No observó nada distinto, tal vez tenia algunos quilos menos – ya se lo había dicho su madre, aunque después de tanto ajetreo no era tan raro- pero después todo estaba en orden.

A DONDE TÚ ME LLEVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora