CAPÍTULO 13

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La mayoría de los personajes le pertenecen a S. Meyer aunque habrá algunos hijos míos. Por lo demás. . . continúo jugando

CAPÍTULO 13



PEDAZOS

— Entonces, ¿podemos ir a ver a mi tío bonito hoy?

— No, hoy princesa, pero si tu tío se siente mejor, tal vez en unos días pueda venir a casa y ahí lo veras— contesto Rosalie mientras separaba en dos mechones la amplia mata de cabello de su hija. Trenzo hábilmente y luego de colocarle unas coloridas ligas, besó la coronilla de la niña y la miró por el espejo. Si para toda la familia la enfermedad de su cuñado era una dura prueba, para Amanda era extremadamente difícil. En su imaginario de niña, su padre y su tío eran una especie de súper héroes que todo lo podían, que siempre estaban ahí y a los que nada les pasaría. Enterarse de que Edward estaba enfermo y lo peor de todo, que esa enfermedad no era un simple dolor de garganta fue un tanto devastador para la pequeña.

Se impuso a sí misma como misión curarlo, por eso, en los primeros días de la internación, llenaba la habitación del hospital de dibujos, flores de papel y peluches; pero, cuando el tratamiento de Edward comenzó y con él las implicaciones propias de la quimioterapia y ya no le permitieron ir a verlo, Amy comprendió justo en ese momento, que su tío autosuficiente, todopoderoso y dispuesto siempre para ella, pasaba a estar fuera de su alcance.

Rosalie, Emmet, Carslile y Esme acompañaban y acompasaban su propio dolor al dolor de la niña, diciéndole y convenciéndose de que era necesario el tratamiento para que Edward se recuperara. La noticia de la enfermedad había caído como un balde de agua fría para casi todos, excepto para su madre. Llámese sexto sentido, instinto maternal, sensibilidad extrema o lo que sea, Esme en su fuero interno tenía la certeza de que su hijo estaba enfermo.

Cuando hacía casi tres meses atrás, habían compartido una cena en la casa , ella había observado como su hijo de habitual apetito de elefante, apenas había tocado su comida favorita, como ojeras marcadas surcaban sus preciosos ojos verdes y como brillo de la fiebre atenazaba su mirada. No dijo nada en esa noche, no quería turbar a todos, pero, cuando al día siguiente lo llamo por teléfono no pudiendo contener las lagrimas mientras rogaba que viera a un médico y Edward corto la comunicación dejándola con la palabra en la boca, todas sus sospechas fueron confirmadas.

Luego de que la noticia de la enfermedad se hiciera conocida para todos, la familia Cullen, comandada por Emmet busco apoyo en en el Dr. Withlock. A pesar de que su especialidad era la pediatría, confiaban en él y en su criterio y luego de que todos hablaran con Edward, fue Jasper quien los puso en perspectiva de cómo y que esperar en los meses que vendrían. Fue totalmente franco, por respeto a la familia y por respeto al amigo que luego de tanto tiempo había reencontrado.

Fue así como todos los adultos fueron armando los pedazos de realidad con la que deberían enfrentarse buscando apoyo entre unos y otros, tratando de fortalecerse para ayudar a Edward.

Lo niños por su parte, hicieron lo propio. Andy veía sufrir a su amiga y trataba por todos los medios de hacer que se sintiera mejor, inventaba campamentos, le llevaba flores que "tomaba prestadas" del jardín de la señora Wright, le regalaba dibujos y hacia planes sobre las cosas que harían cuando el tío de Amanda se recuperara; pero para Andrew, el trabajo era doble, porque además de acompañar a Amanda, también lo hacía con su madrina. Veía triste y preocupada a Isabella, por lo que la desbordaba de cariños y se colaba en su cama por la madrugada para acurrucarse junto a ella.

A DONDE TÚ ME LLEVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora