Capítulo 5

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Cuando la puerta se cierra, el eco de lo que no se dijo pesa más que el llanto.

Bruja.

Vanesa

La confusión se apodera de mi cuerpo como una ola fría e implacable. Paralizada, las lágrimas brotan sin control, trazando ríos salados por mis mejillas. Observo, impotente, cómo mi hermano confronta a nuestra madre con una mezcla de ira y desesperación. Las palabras se entrecruzan en el aire, pero ninguna logra penetrar la niebla de mi mente aturdida. Con una determinación que no reconozco, mamá recoge su maleta y se dirige hacia la puerta.

— No seas una cobarde... — le reprocha mi hermano mayor, su voz quebrada por la rabia y las lágrimas que inundan sus ojos. Ella, imperturbable, no se digna a mirarnos, toma la perilla de la puerta y...

— Mami... — es lo único que logro articular en medio del llanto.

Ella solo aprieta más fuerte la perilla, abriendo una brecha entre nosotros, y sale de la casa, dejándonos solos, abandonándonos a nuestra suerte...

Las lágrimas caen sin consuelo mientras mi hermano pronuncia unas palabras que se clavan en mi corazón destrozado:

— No importa, Vanesa... no la necesitamos. — Su voz es un susurro firme, pero sus ojos traicionan su dolor. No puedo dejar de llorar. ¿A dónde va? ¿Por qué no nos lleva con ella? Las preguntas giran en mi cabeza como un carrusel desbocado.

Mis preguntas se pierden en el silencio de la casa vacía, mientras el eco de su ausencia resuena en cada rincón, llenando el espacio con un vacío insoportable. La sensación de abandono se aferra a mi pecho, como un peso que no puedo soportar...

Me despierto agitada y sudada, el vacío que siempre me acompaña ahora es un abismo oscuro y sin fondo. Me levanto de la cama, sin ganas, y salgo de mi habitación, impulsada solo por el hambre que no puedo ignorar. Cada paso se siente pesado, como si el suelo intentara retenerme.

Voy al comedor y me encuentro con "la familia perfecta" sentados cenando.

— Hasta que te levantas... — dice la bruja con una voz que destila veneno. Ruedo los ojos, hastiada. — Tu padre y yo hemos tenido una seria conversación... tienes que hacer más cosas en la casa, no puedes tener una vida de holgazana.

La ignoro mientras me sirvo algo para cenar, buscando un refugio en la rutina.

— Tu madre te está hablando. — se molesta mi padre, y la sola mención de esa palabra me irrita.

—Ella no es mi madre... —replico, la rabia burbujea en mi interior.

Papá se levanta de su asiento, claramente molesto.

— Déjala — interviene la bruja con una calma que me hiela la sangre. — Tiene razón, no soy su madre... – se gira a mí y habla detenidamente, como si disfrutara de decir esas palabra- porque su verdadera madre la abandonó como a un perro...

El pecho me arde por la impotencia, una presión intensa que amenaza con desbordarse en lágrimas. Miro a Zack, quien observa a la bruja con una mirada que podría matar,

Puedo ver que su rostro se tensa, que el comentario hiriente también lo ha golpeado, pero hay algo en él que lo detiene. Es un cobarde, lo sé, atrapado en su propia lucha interna, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Esa mezcla de rabia y resignación en su expresión me hace sentir aún más frustrada.

La impotencia me consume, y en ese momento, desearía que tuviera el valor de hablar, de defender lo que es justo. Pero aquí estamos, dos almas heridas, lidiando con el veneno que ella lanza, mientras el silencio se convierte en un grillete que nos ata a la incertidumbre.

Todo fue una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora