Capítulo 11

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Dos almas perdidas en un juego prohibido.

Conflicto.

Keith

Entro al restaurante, completamente vacío. Mis escoltas se dispersan en posiciones estratégicas, como sombras que me rodean y con un gesto rápido, reviso mi teléfono. Los mensajes de mis asesores parpadean en la pantalla: negociaciones en curso, informes de adquisiciones y crisis que requieren mi atención inmediata. Me siento en la mesa reservada y empiezo a responder correos, sumergido en un mar de cifras y decisiones.

***

El tiempo avanza, pero cada minuto se siente como una eternidad. Un vistazo al reloj me sacude como un balde de agua fría: han pasado más de sesenta minutos desde que llegué y Leah aún no aparece. La impaciencia empieza a hacer mella en mí, un fuego que consume mi concentración. Empiezo a tamborilear los dedos contra la mesa, el sonido rítmico resonando en el silencio opresivo del lugar. Miro hacia la puerta, esperando que aparezca.

Cada vez que miro el reloj, la ansiedad se intensifica.

Sin poder esperar más, agarro mi teléfono y marco el número del chofer. El tono de llamada se repite en mis oídos, y tras varios segundos, la llamada se corta sin respuesta. La frustración burbujea en mi interior, y golpeo la mesa con los dedos, sintiendo cómo la rabia se acumula.

Miro mi teléfono, apretando los dientes.

No puedo quedarme aquí, atrapado en esta tormenta de incertidumbre. Me levanto de la mesa de un tirón, la silla raspando el suelo de mármol, y mis escoltas me siguen de inmediato. Las miradas curiosas de los pocos empleados que están en el lugar apenas me importan. Mis pensamientos corren a mil por hora, imaginando las peores circunstancias mientras me dirijo hacia la salida. Cada paso que doy se siente más pesado que el anterior.

Me detengo en seco al ver al chófer aparecer en la puerta, su rostro una mezcla de confusión y preocupación. Busco a Leah con la mirada, escaneando la entrada, esperando que ella aparezca de un momento a otro, pero eso no sucede y cuando la mirada del chófer tiembla al cruzarse con la mía, mi vista se oscurece por un momento.

—¿Dónde está ella? —pregunto con voz tensa.

—Señor Acheron, lamento interrumpir... —vacila—. Pero mientras la traía al restaurante, ella pidió que frenara. Luego salió corriendo, y no sé a dónde fue...

Sus palabras caen como un balde de agua fría, y una cólera incontrolable sube por mi pecho. ¿Qué demonios está haciendo? Leah siempre ha sido impredecible, pero esto es diferente.

—¿Cómo que no sabe a dónde fue? —respondo, incapaz de ocultar la incredulidad en mi voz. El chófer balbucea una disculpa, su rostro pálido y temeroso, como si pudiera sentir la tormenta que se avecina.

Kiran se acerca rápidamente, su expresión seria, y se vuelve hacia el chófer.

—¿Qué sucede? —pregunta, analizando al chófer.

—La señorita salió corriendo —repite, pero eso no me sirve.

—¿Por qué no la seguiste? ¿No pensaste que podría estar en peligro? —exclama Kiran, la frustración palpable en su voz.

El chófer traga saliva, pero no responde. Su silencio me irrita aún más.

—¡Habla! —Grito, sintiendo que la ansiedad se convierte en rabia—. ¿Qué pasó exactamente?

El chófer se encoge de hombros, incapaz de articular una respuesta coherente.

—No lo sé, señor. Solo la vi irse.

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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