Capítulo 10

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El amor se asoma, mientras las dudas regresan.

Un deseo oculto.

—¿Esta vez no me dejará plantada? —pregunto, esbozando una sonrisa apenas contenida, buscando aligerar el ambiente.

Keith me mira con seriedad, sus ojos reflejan una chispa de diversión, pero su expresión es grave.

—Haré un intento...

Mi sonrisa se desvanece al instante.

Su respuesta me deja con una sensación inquietante, como si insinuara que podría dejarme plantada otra vez.

Su risa empieza a resonar en la habitación, haciéndome sentir estúpida.

—No voy a dejarte plantada, Leah —añade, y aunque su tono es ligero, veo la sinceridad en sus ojos.

Justo en ese momento, su teléfono comienza a vibrar, interrumpiendo el momento. Frunzo el ceño al ver cómo su atención se desvía completamente hacia la pantalla.

Su expresión cambia, y siento que la calidez de nuestra conversación se disipa.

—La cena será mañana —dice, sin mirarme, su voz más seria ahora, como si fuera un mero trámite. La atmósfera se enfría, y un nudo se forma en mi estómago—Enviaré a alguien para que venga a buscarte.

El nudo se intensifica.

—¿Estará ocupado hoy? —intento mantener la conversación ligera, aunque mi tono revela un atisbo de tristeza que no puedo ocultar.

Asiente, su mirada fija en la pantalla del teléfono antes de volver a mirarme.

—Sí, tengo que atender algunas cosas.

Asiento, sintiendo cómo la emoción se entrelaza con mi decepción. Keith se encamina hacia la salida, y no puedo evitar quedarme hipnotizada por la forma en que su ancha espalda se mueve. El traje se ajusta a su torso, provocándome un cosquilleo en el estómago, como si una corriente eléctrica recorriera mi piel. Mis pensamientos divagan, imaginando lo que podría ser si tan solo se volviera...

De repente, se detiene y mi respiración se corta. Su mirada se desliza hacia mí, y en ese instante, nuestros ojos se encuentran. Le sonrío levemente, intentando parecer relajada, pero mi corazón late con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho. Su mirada es intensa, llena de complicidad, y me deja sin aliento.

Aparta la mirada con una leve sonrisa y sale de la habitación. En cuanto la puerta se cierra tras él, me levanto abruptamente de la cama. La adrenalina corre por mis venas, y me dirijo a mi armario con urgencia. Necesito elegir lo que me pondré para la cena, pero la imagen de su espalda sigue grabada en mi mente, un recordatorio de lo que deseo y de lo que parece inalcanzable...

De repente, mi teléfono empieza a sonar, interrumpiendo mis pensamientos. Al ver el nombre en la pantalla, mi corazón se acelera.

Es Daniel.

Un vacío se forma en mi estómago al ver su videollamada entrante y Empiezo a sobrepensar, imaginando qué me dirá.

¿Estará tan molesto como Vanesa? ¿Me dirá cosas hirientes como ella?

Realmente no lo sé, pero no quiero perderlo a él también...

Contesto con las manos temblorosas.

—Perdóname, yo... —mi voz se quiebra antes de poder terminar la frase.

—¿Cómo te encuentras, ángel? —me interrumpe Daniel. Su tono cálido y preocupado me envuelve como un abrazo.

Todo fue una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora