Capítulo 6

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Las memorias se desnudan en el silencio, dejando solo el susurro de lo que fue.

Fragmentos.

Leah

La luz del amanecer se cuela por la ventana, tiñendo la habitación de tonos rosados. Vanesa duerme a mi lado, su rostro sereno contrasta con la inquietud que me consume.

Siento el peso de la noche anterior en mis hombros. La imagen de su llegada, vulnerable, en busca de un refugio tras una pelea con su familia, permanece en mi mente. Los rasguños de Nahla en la puerta interrumpen mis pensamientos. Con movimientos delicados, me deslizo fuera de la cama, procurando no despertarla.

Al abrir la puerta, Nahla se abalanza hacia mí con una energía frenética, sus patas golpean el suelo con impaciencia.

Bajo las escaleras, con ella pisándome los talones. En la cocina, le sirvo su desayuno, pero su inquietud es palpable. Se mueve de un lado a otro, como si algo la perturbara.

— ¿Qué te pasa, Nahla? — mi voz es un susurro, una mezcla de preocupación y curiosidad, pero antes de que pueda intentar calmarla, mi teléfono irrumpe con su insistente tono.

Me apresuro a contestar. La pantalla ilumina mi rostro con un brillo azulado, el nombre de Alek parpadea con urgencia desatando una oleada de inquietud.

No es común que Alek llame, y menos a estas horas. Un nudo se forma en mi estómago, y una sensación de ansiedad me invade.

Respondo, y su voz agitada me golpea como un puñetazo en el estómago.

—Alek, ¿qué sucede...?

—Niña... —comienza, y cada palabra que pronuncia es un eco de alarma— Tu padre... ha tenido un accidente...

La noticia cae como un mazo, siento como el mundo se me viene y mi cuerpo se congela en ese instante. Solo puedo escuchar un zumbido en mis oídos y el vacío en mi pecho se expande, tragándose cualquier otro sentimiento.

Mi mente queda en otra parte, no sé cómo llego al hospital. Entro desesperada viendo a todos lados. Alek me dijo que estaba en el primer piso. Cuando llego veo a unos guardias en la entrada hacia el primer piso, me notan y de inmediato me dejan entrar.

«Habitación 128» Mi cerebro lo repite una y otra vez.

Me detengo cuando veo a Alek afuera de la habitación.

—Niña...— intenta decir, pero no lo escucho e intento adentrarme a la habitación, pero me detiene –Niña, no puedes...

—Soy su hija, claro que puedo. – Intento soltarme, pero aprieta más su agarre — ¡Suéltame! – Le grito y no me hace caso, siento como el mundo se me desmorona poco a poco –Suéltame, por favor— suplico al borde del colapso, duda, pero luego afloja su agarre. Cuando estoy a punto de entrar a la habitación, su voz me detiene.

—Ya no recuerda nada... – La simple oración me desestabiliza.

Me vuelvo hacia él.

—Tiene que recordarme, más le vale recordarme, porque habrá sobrevivido por nada ya que yo lo voy a matar.

Tomo aire profundamente cuando poso la mano en la perilla de la puerta, sintiendo que el pulso se me acelera. Abro con cuidado, dejando que la luz tenue del cuarto me envuelva. Lo único audible es el monótono zumbido de los monitores, un recordatorio constante de que la vida sigue, a pesar de la tragedia. De mi garganta se me escapa un sollozo ahogado, y me tapo la boca con la mano, tratando de contenerme.

Todo fue una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora