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❝𝓘 𝓪𝓶 𝓶𝔂 𝓸𝔀𝓷 𝓰𝓱𝓸𝓼𝓽 𝓱𝓪𝓾𝓷𝓽𝓲𝓷𝓰 𝓽𝓱𝓮 𝓶𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 𝓲 𝓵𝓸𝓿𝓮 𝓽𝓱𝓮 𝓶𝓸𝓼𝓽❞

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❝𝓘 𝓪𝓶 𝓶𝔂 𝓸𝔀𝓷 𝓰𝓱𝓸𝓼𝓽 𝓱𝓪𝓾𝓷𝓽𝓲𝓷𝓰 𝓽𝓱𝓮 𝓶𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 𝓲 𝓵𝓸𝓿𝓮 𝓽𝓱𝓮 𝓶𝓸𝓼𝓽❞

Helaena sabía que no estaba poniéndolo nada fácil pero no podía evitarlo, los sueños habían comenzado y la tenían al borde la histeria. Recuerda que fue hasta mucho más tarde en su vida que pudo empezar a entenderlos pero no lo suficiente, además de la leche de amapola que su madre la obligaba a tomar todos los días para mantenerla tranquila, y ni siquiera antes de morir fue capaz de entender las palabras de los Dioses. De lo contrario la Casa del Dragón no se hubiera desgarrado tanto como lo hizo en su primera vida.

Era difícil para ella, había sido la maldición con la que cargo desde el día en que nació, pero suponía que había sido un infierno para Alicent y sus ya destrozados nervios. Rhaenyra no era mucho mejor. La pobre muchacha, de dieciséis onomásticos lloraba lágrimas amargas todos los días mientras intentaba tranquilizarla. Ni siquiera le permitía dormir, no solo por sus incesantes llantos, sino porque la Princesa había entrado en un estado de paranoia que le decía que su hija estaba enferma y los maestres eran incapaces de darle un diagnóstico que la satisficiera. Había escuchado a Rhaenyra hablar con Laenor de tratar de comunicarse con Daemon y traer curanderos de Essos, tal vez ellos serían capaces de ayudar a su hija, incluso la había visto rogar a su padre que trajera al Maestre Gerardys de Rocadragón para que los ayudara y no fue una sorpresa que el hombre ya estuviera en un barco directo a Desembarco del Rey al día siguiente.

Lo único que quería era ver a su hija sana y salva. No le importaba lo que tuviera que hacer ni lo que tuviera que pagar. Helaena tenía que sanar.

Ella era su niña, su dulce Helaena, la luz de su mundo. ¿Qué clase de madre era si ni siquiera podía ayudar a su hija? Los Maestres habían descartado cualquier mal físico al igual que algunas de la curanderas que había visitado. Algunos hombres de Fe incluso se atrevieron a decir que la Princesa Helaena podía estar maldita pero Rhaenyra ni siquiera los dejó terminar antes de pedir—exigir—a su padre que fueran expulsados de la Capital.

Estaba desesperada y cada día era un infierno en vida, estaba a nada de montar a Syrax y volar con Haleana a Las Ciudades Libres en busca de alguien que pudiera ayudarlas. Lo único que la detenía era el terror que congelaba sus huesos cuando se preguntaba si Helaena resistiría un viaje en dragón.

Oró cada noche a Las Catorce Llamas, pidiendo su guía y sabiduría. Oró pidiendo por la salud de su amada hija. Oró pidiendo que no hubiera oscuridad que pudiera tocar a su hija.

Oró pidiendo que no se la arrebatarán.

Rhaenyra no confiaba en nadie en la Fortaleza Roja, desde el nacimiento de Helaena algo dentro de ella había cambiado, volviéndose oscuro y vicioso. Retorcido. Veía enemigos en todas partes, soñaba con serpientes verdes asfixiando a su hija y el Balcón del Bastión de Maegor.

𝓓𝓪𝔂𝓭𝓻𝓮𝓪𝓶  | Helaena Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora