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Aemon y Baelon eran adorables

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Aemon y Baelon eran adorables. Claro que no eran Jacaerys y Lucerys, compararlos era como mezclar agua con aceite. Donde Jacaerys era educado, caballeroso, amable, protector con los suyos, encantador y buen estudiante, Aemon era salvaje, enérgico, cariñoso y prefería robar las espadas de madera de Aegon que ni siquiera podía sostener bien que escuchar las historias de Valyria que Viserys les contaba con tanto entusiasmo. Donde Lucerys era tímido, dulce, juguetón y prefería mil veces las joyas que las armas, Baelon era una fuerza de la naturaleza, una tormenta atrapada en el cuerpo de un bebé bastante rollizo y largo de siete lunas que gateaba a la velocidad de la luz cuando sus niñeras mencionaban la palabra baño. Prefería el mar y los barcos que las espadas y dragones, Velaryon de principio a fin como le gustaba decir a Corlys.

Mientras que Jacaerys era el perfecto Heredero al Trono, Aemon había nacido para ser un caballero. Un guerrero. Helaena no se sorprendería si con el pasar de los años su hermano pequeño prefería unirse a la Guardia Real que convertirse en Amo de Las Mareas.

Y mientras que Lucerys era el príncipe del pueblo, caritativo y siempre pensando en la gente común, Baelon era aventurero y osado. Un navegante. Helaena estaba segura que el único trono en el que se sentaría su hermano sería en El Deleite del Reino, el majestuoso barco que Corlys le había regalado en la celebración de su primera luna, y La Reina Aemma para Aemon. El rostro de Alicent parecía estar dividido entre la ira, vergüenza y frustración.

Ambos príncipes estaban destinados a la grandeza. Bendecidos por las Catorce Llamas en las que Rhaenyra los había bautizado en absoluto secreto en el Altar de Balerion. Lo que menos quería es que Alicent difundiera rumores de que Rhaenyra era una falsa creyente de la Fe de Los Siete y en su lugar adoraba Dioses falsos y abominables como lo eran Las Catorce Llamas de Valyria.

Rhaenyra era una fiel creyente de Syrax, Madre de los Dioses. Diosa de la fertilidad, belleza, amor, familia, matrimonio, protectora de las mujeres y los niños y Diosa Madre del Panteón Valyrio. Según las creencias Valyrias, los dragones eran fruto de la unión entre la Diosa Madre Syrax y el Dios de la Muerte Balerion, Señor de la Oscuridad, amo del Averno—dueño de las almas, señor de los secretos, juramentos, los finales, la noche, las encrucijadas, la magia y padre de la guerra—donde aquellos indignos de los regalos de los Dioses sufrirían terribles castigos hasta expiar su alma y así poder ascender al Reino de Balerion. Criaturas hermosas pero letales, la unión perfecta entre la muerte y la vida. Otros mitos dicen que los dragones son el resultado de una maldición de Arrax, Padre de los Dioses, furioso porque su esposa lo haya traicionado con su odiado hermano. Así, junto con Vaghar, Diosa de la Guerra e hija de Balerion, maldijeron a cualquier resultado de su unión, convirtiéndolos en bestias de fuego y carne.

Helaena prefiere la primera versión, que también es narrada en los Diarios de Daenys La Soñadora, que asegura Tessarion, Diosa del Presente, Pasado y Futuro, le mostró. Pues si bien la eterna rivalidad de Arrax y Balerion es muy conocida entre los Valyrios, también era de conocimiento común que Syrax no era una Diosa a la que se pueda siquiera amenazar—uno de los mitos que rodeaba a Syrax era que en una ocasión encerró a Arrax en un collar maldito para tomar el poder sobre los demás Dioses, a quienes gobernó con puño de hierro, pero una vez que Arrax se liberó—siglos después—cayó perdidamente enamorado de la Diosa que fue capaz de derrotarlo y la convirtió en su esposa.

𝓓𝓪𝔂𝓭𝓻𝓮𝓪𝓶  | Helaena Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora