11

218 19 0
                                    

Era de noche, pero pude sentirle, además de las sombras que se arremolinaban en las patas de la cama. No había conseguido pegar ojo y estaba atenta de cualquier sonido que pudiese venir de la habitación de Elain.

- Sé que estás aquí.- susurré.- Puedo sentirte.-

Azriel salió de una esquina de la habitación. Yo estaba sentada con las piernas recogidas entre mis brazos. Había dejado la ventana abierta y la brisa de la noche rozaba mi espalda.

- Hola.- se limitó a decir sentándose en mi cama.

- Hola.- respondí con mis ojos clavados en los suyos. 

- No he encontrado nada claro.- suspiró derrotado.

- No pasa nada, yo sé que no está loca, lo sé porque lo siento.- dije derrotada de igual forma. Nesta y Feyre parecían haber hecho un diagnóstico a Elain, pero no pude escucharlas y decidí seguir los pasos de la última subiendo a mi habitación. 

- Yo tampoco lo pienso.- me contestó. Alzó una de sus manos dejándola en el aire, vi como en su cabeza se debatía entre tocarme o no. Finalmente sus impulsos ganaron y apoyó una de sus manos en mi rodilla acariciándola suavemente para después hacerlo con más firmeza.

Cerré los ojos concentrándome en su tacto. En como manoseaba mi rodilla mezclando movimientos dulces con apretones fuertes. Deje que un suspiro saliese por mi boca y abrí mis ojos, sabía perfectamente que él podía ver el deseo en ellos, el deseo que me inundaba como un torrente siempre que estaba cerca de él. 

Sus ojos estaban negros como la noche, brillantes, ardientes, y sus Sifones brillaron con luz tenue. Aún levaba puesto su armadura que marcaba cada músculo de su cuerpo, firmes y regios. Su mano se deslizó por mi pierna hacia mis pies acariciándome con movimientos lentos y perezosos. 

- Creo que deberías irte.- dije en un susurro. No voy a mentir, lo dije porque creía que era lo que tenía que decir, pero todo mi cuerpo pedía a gritos que no se fuera, que no me dejara, que se quedara conmigo y me hiciese olvidar como solo él podía hacerlo.

- No lo creo.- contestó firme. Los dos éramos conscientes de lo que su tacto estaba provocando en mi cuerpo. Los dedos de mis pies se arrugaron cuando agarró uno de ellos y lo estiro hasta ponerlo encima de sus piernas. Su mano comenzó a trazar el camino de subida hasta su punto final, mi centro. 

Jugueteó apartando el camisón, que apenas me cubría medio muslo, y frotó su dedo contra mi ropa interior. Una y otra y otra vez. Lo que más me calentaba era su mirada en mi, concentrada en mis ojos. El gesto de su cara no mostraba nada, bien podría estar viendo cualquier otra cosa en una situación completamente distinta, pero sus ojos gritaban por mí. Ardían notando lo que su tacto provocaba en mi cuerpo, como ardía por él. 

Apartó la delgada tela que separaba su dedo del objetivo y lo paseó de nuevo frotando sin llegar a tocarme de verdad. Tensé mis piernas, tanto la que estaba encima suya como la que seguía doblada pegada contra mi pecho, donde mis pezones estaban duros hasta el punto de dolerme. 

Inclinó un poco su cuerpo hacia delante para llegar a introducir por fin su dedo en mi humedad. Yo agarré con fuerza la rodilla que estaba pegada a mi cuerpo y con la otra mano las sábanas de la cama. Aún así no dije palabra, todo se estaba llevando en completo silencio. Su dedo entro y salió de mi varias veces antes de hacerlo recorrer mi cavidad. Mi boca se abrió ligeramente y pasee mi lengua humedeciendo mis labios.

- Cuando te ha mirado así...- susurró Azriel.-, he estado apunto de saltarle encima.-

- Lo sé.- le contesté segura. Había visto como había enfrentado a Keir por mí.

UNA CORTE DE VIDA Y AMOR [AZRIEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora