Capítulo 0

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Alexandria corrió a sus aposentos, sabía que el tiempo estaba por terminar, lo había visto en sus visiones a la par que maldecía el don con aquel dios ingrato, la había consagrado y todo porque aquel dios consideraba que ella era el mejor polvo que pudo tener en toda su vida. Quien diría que eso no solo la convertiría en la puta favorita del reino de los dioses, sino que también la convertiría en el blanco de aquellos que querían más poder. Aquellos que querían saber una verdad, aquellos que buscaban su destino y buscaban su gloria, encontrando muerte y perdición.

Alexandria pronto fue símbolo de deseo y perdición, aquel que yaciera entre sus piernas terminaría muriendo, pero no por ella, sino víctimas de su destino, un destino que ellos creían podrían corromper. Pero las cosas no son así de sencillas, lo escrito debe de suceder y encontrará su cauce para hacerlo, no de la misma manera, pero siempre con el mismo resultado.

Ella tampoco creía en el destino, creía que se podía moldear, pero al ver a tantos perecer cuando ella decía que perecerían le hizo entender que solo era una jugadora siguiendo las mismas líneas del destino.

¿Pero se puede jugar con el destino?

Alexandria estaba por intentarlo.

Aquel dios que había comenzado a adorarla de un modo insano le otorgo otro don, un don hecho para causar problemas, el don que la maldijo, el don que la llevaría a los brazos de la muerte. ¿Eso buscaba?, ¿matarla?

Aquel don era el de influir en el poder de los demás, una sola noche entre sus piernas y tendrían el poder, la balanza cambiaria con rapidez.

Nadie lo había notado, nadie, excepto el maldito ángel que una noche había venido a buscar el placer que entre dioses murmuraban y después de salir de mis aposentos, lo notó, notó su fuerza. En un punto él creyó que se debía a la gran noche que le había regalado, pero no, había algo más y él lo sintió.

Fue ese justo momento cuando el ángel continúo regresando algunas noches, notando que su poder crecía.

Él lo notaba, pero Alexandria no, Alexandria solo gustaba de los orgasmos que aquel ángel le hacía saborear.

Maldita la hora en la que sus deseos la habían llevado a ese punto.

Maldita la hora en que no se dio cuenta de que aquel ángel era ambicioso y quería más. Debió presentirlo cuando regresaba noche tras noche. Pero no, Alexandria se había cegado y perdido entre tanto deseo.

Pasó saliva mientras conjuraba algunas palabras sobre la bebé que acababa de parir, una pequeña bebé que, si no la hacía desaparecer, no vería el amanecer una vez más. Se hizo un pequeño corte en su dedo anular para darle a beber la sangre, la bebé escupió un poco de la sangre, pero terminó bebiéndola.

—A ti no te van a usar —le murmuró mientras le daba un beso con fuerza en su frente y se aferraba a su cuerpo.

Y de ese modo, con otro conjuro más, la hizo desaparecer. Dejándola envuelta en llanto.

El ángel no tardó en entrar a su habitación acompañada de bastantes hombres armados. Hombres que estaban ahí para obtener más fuerza, más poder, hombres que estaban dispuestos a entrar en ella sin pedirle algún permiso, su cuerpo sería mancillado en nombre del poder y la guerra.

Maldita la hora en que le dieron aquellos dones.

—¿Dónde está la niña? —reclamó el ángel al ver la cobija vacía.

—Ya no existe —aseguró

—¡¿Qué hiciste?! —aquel hombre jaló del fino cabello rojizo de Alexandria.

—Lo que era mejor para ella. —comentó con sublimidad.

Algo que siempre había llamado la atención de Alexandria eran sus finos modales y portes de princesa, a pesar de no serlo. ¿O lo era?

—Perra egoísta, con que quieres a todos dentro de ti —gruñó el ángel tirándola en la cama.

Alexandria no iba a luchar. Sabía lo que pasaría, lo había visto en su destino.

Lo supo en cuanto escuchó las risas del montón de hombres, lo supo en cuanto escuchó armaduras y cascos caer, lo supo en cuanto el primero entro en ella sin pedirlo, lo supo cuando el segundo hizo lo mismo, lo supo cuando otro lleno su boca, lo supo cuando comenzaron a jugar con sus espadas en su cuerpo. Pero Alexandria no lloró, no gritó, los vio a los ojos como debía ser. 

Un trato con los demonios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora