Capítulo 33

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Ezra

Tenía que llegar al estúpido limbo, sabía lo que pasaba en ese maldito lugar y sé que la persona que estaba a cargo no solía tener, como podría decirlo, ¿buen humor?, si eso, no solía tener buen humor, aunque tampoco es como que pudiera tener un humor mejor... pero también sabia como es, Chantrea, como su humor puede ser una mezcla de furia y negatividad brutal. En pocas palabras, si no me apresuraba a llegar, puede que todo se complique, porque si esa cosa se atrevía a hacerle algo a mi ángel, bueno, terminaría con su existencia. Dejando un puesto para ser ocupado y no todos podían con el papel. Porque vaya, que era un papel demasiado pesado.

La persona encargada del Limbo... bueno, era eso, el limbo mismo, tan vacía, llena de penas, de dolor y de demasiadas ganas de venganza.

Ese era el sitio destinado para penar, pero no era solo un lugar, se dividía en etapas, lo primero era quitar la voluntad, y vaya, solo con entrar ahí podías oler la miseria, pero era miseria correspondida.

No se suele castigar a las almas sin razón aparente, los que llegan a ese sitio... a ella, bueno, debieron hacer algo realmente malo.

Aunque debo confesar que al final del día, muchos de los que ahí yacen se han condenado solos, pues la culpa es una cadena bastante pesada. Por eso, muchos se quedan ahí.

No quería que mi ángel llegará a sentir esa desesperación, esa culpa.

—Un rey no puede ir al Limbo, un rey nunca va ahí, encontrarse con... con esa cosa no hablará bien de ti. —mi madre me seguía de cerca. La ignoró por mi propio bienestar.

Nadie le quería dar un nombre. Era porque no lo tenía. Nadie quería otorgarle una característica... porque lo era todo y nada a la vez. Una pesadilla. La culpa, el arrepentimiento. Un espejo lleno de demonios.

—Quiero conocer, ¿puedo ir? —es Gremorian la que dice aquello.

Mamá, nunca ha entendido por qué me llevo bien con Gremorian, porque la cuido... pero mamá nunca entenderá las cosas que ella me hizo vivir.

—¡Ezra, no puedes ir! —mi madre se desespera. Yo también.

Volteó de golpe hacia ambas. Harto de toda esta mierda de situación. Necesito arreglar esta mierda, necesito sacarla de ahí y en verdad tengo que hacer un maldito plan para tenerla conmigo, para eliminar el estúpido hecho de que Chantrea le vendió el alma a ese idiota.

Las reglas no me favorecen, pero soy el rey, así que haré que las reglas me favorezcan, aún no sé cómo, pero lo haré. Una mierda a la vez.

—¿No puedo ir? —enarco una ceja viendo a mi madre.

Ella ladea la cabeza con esa suficiencia que la característica.

—Ahora tienes la corona, eres el rey a toda ley, así que compórtate como tal, manda a alguien a averiguar como esta, ese no es trabajo tuyo.

Gremorian sonrío con suma sorna. Ella me conocía lo bastante como para saber la avalancha que se venía. Camino desinteresadamente hasta llegar a mi lado, viendo con esos ojos, los mismos de Lucifer, a mi querida madre, que no era su madre.

—¿Me llamas rey por qué poseo una corona? —pregunto sabiendo que no hay tiempo que perder, pero es algo que mi madre debe entender.

—Ahora lo eres —gruñe.

Sonrío con todo y dientes mientras un resoplido me sale de los labios.

—¿Crees que una corona, que una triste corona, me da algún poder, madre? —Suspiro—, entonces creo que no has entendido quién es tu hijo.

Un trato con los demonios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora