Capítulo 34

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Ezra

Tenía la idea de que cuando la encontrara, la iba a encontrar aterrada, por lo que Limboa, el ángel de la nada, podría mostrarle, los miedos en los que podía engullirla. Después de todo, Limboa convierte tus culpas y arrepentimientos en el peor miedo. Solo que no recordé que mi ángel, tiende a ser desesperante y con poco instinto de autoconservación, así que ahí estaba. Al borde de ser asfixiada por Limboa, aun así, no dejaba de verla.

¿Sabía acaso que esa mujer loca si la hubiera matado?

Sus ojos violetas se centraron en mí cuando Limboa dejo su cuello. Cuando la dejo respirar.

Llegué a su lado tan rápido como pude, para servirle de soporte en lo que recuperaba el aliento, aun así, solo dio un paso lejos de mí. Sonreí. Claro. Estaba molesta porque el plan que ella creía que había hecho solo porque sí, salió mal. Pero mi plan no era matar a Louis, nunca lo fue. Mi plan iba más allá. Algo que mi pequeño ángel debía entender.

Gremorian comenzó a observar todo con la mirada llena de desinterés, aunque sé que por dentro estaba emocionada con todos los detalles que estaba viendo.

—Tiene la marca de Louis —gruño Limboa.

Sí, eso es algo que estoy solucionando. Pero que no necesita repetirlo. Mi ángel la ve con desafío. Sé que está a punto de hablar y, aunque de verdad disfruto sus intervenciones, prefiero que guarde silencio, quiero llevármela de aquí de una buena vez. Hay demasiadas cosas que debemos de hacer.

—Fue enviada por Louis, aquí —Limboa repite los hechos que ya sé, que creo que todos sabemos en realidad.

Suspiró con cansancio.

—Es tu reina —le recuerdo—, soy tu rey —aclaro.

Limboa rueda los ojos ante el recordatorio. Limboa es una deidad en este sitio. Ella no se mete con nuestras reglas, en teoría nosotros tampoco. Pero lo he dicho, "en teoría". Al final del día su obediencia y lealtad me pertenecen. Por la única razón por la que me he ganado mi sitio en la hueste, en la legión. Pero eso es cuento para otro día.

—Es una insolente —gruñe Limboa. Vaya que mi pequeño ángel la hizo enojar bastante.

Chantrea suelta una risilla cargada de sarcasmo. De verdad desearía tener poder sobre su boca, pero está bien así, puedo lidiar con ello.

—Sí, si lo es —convengo. Sus ojos violetas se centran en mí, con esa sonrisilla llena de sorna.

Es un placer visual verla. Solo estoy pensando en tomarla aquí mismo, hacerla mía. Es jodidamente perfecta y me ha demostrado que es una estratega increíble. Engaño a Louis, le dio unas llaves ficticias que acabaron desapareciendo en su cara. La amo. Y esta noche la iba a hacer mía de mil y una maneras, si esta estupidez no se hubiera salido de las manos.

Pero Chantrea tenía mucha confianza puesta en Louis. Tenía que romperla, ella tenía que entender que yo era el único que estaba viendo por su bienestar, él único en quien de verdad podía confiar.

—Y aunque aprecio visitarte —Limboa suelta una carcajada. Nadie aprecia visitarla, a todos les incomoda—, es hora de llevarme a mi reina.

—No puedes, su amo la ha puesto aquí.

Dejo que las sombras nos envuelvan los pies, nos llenen de oscuridad.

—No te estoy pidiendo permiso, Limboa. —Agrego con ese tono frío nublando mi voz.

—Ella me pertenece hasta el juicio —replica con esa voz gutural.

Ladeo la cabeza, volteó a ver a mi precioso ángel que la ve con evidente desinterés, nuestras miradas chocan y ella sonríe. Lo tomaré como victoria. Pretenderé que me sonríe a mí.

Un trato con los demonios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora