Capítulo 30

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Ezra

Las moscas de Belcebú sobrevuelan los cuerpos que yacen en el piso del castillo. Sé que tengo el favor de Asmodeo, de Mammón y Amon, pero ocupo el favor de Belcebú para hacerle frente al reclamo de Louis. Un reclamo que no llegará a nada. Si consigo a Belcebú tendré la mayoría de mi lado. Y teniendo la mayoría el reclamo deja de tener valor... pero yo no me pienso detener solo con la anulación del reclamo.

Tengo que mover mis piezas, rápido. No hay tiempo ya. Esto es decisivo. Es todo o nada. Y ella ya eligió, pero me preocuparé después por eso.

Belcebú aparece detrás de mí, sentado en un cómodo sillón, me observa con esa sonrisa burlona, de superioridad. Aplaude, observa los cuerpos, el mar de sangre.

—Te diviertes asesinando —sonríe.

—Me divierto haciendo daño —corrijo. La muerte solo es algo que viene con la tortura.

Él asiente, posa su mano en el sitio de al lado, palmea el lugar en una clara invitación para que me siente a su lado.

Mi ejército espera afuera, espera a las puertas y en este momento Lucifer ha sido avisado de que estoy aquí... mientras él, bueno, se encuentra en algún lugar entre las piernas de mi madre.

—Así que soy el último que te falta —me dice sin dejar de verme. Ladea la cabeza, esculcando parte de mi alma. Sé que sus moscas le han avisado de todo.

—Y espero contar con tu favor, una vez más —suelto con la seguridad de saber que no necesito su aprobación, pero en definitiva las cosas serían más sencillas si se logra.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —no tenemos tiempo para esto, pero está bien.

Asiento.

—Era un simple huérfano en uno de esos lugares a los que llaman casa hogar, recuerdo que un par de niños me habían puesto una golpiza porque me comí su chocolate, apareciste y me ayudaste con las heridas, pues las mujeres del sitio no les importaba mi aspecto, tenía cinco años.

Belcebú asiente con lentitud.

—Te busqué desde que tu madre te dio a luz, no esperaba que te volviera humano, que sacase de ti tus poderes, seguía como loco buscando a un chico con su sangre... sin embargo, cuando te vi, cuando vi esos ojos, supe que eras tú.

Sonrío a medias, cierto dolor dormido se despierta.

—Aun así, me dejaste ahí —no es reclamo. Soy la mierda que soy pesé a lo que me paso.

—Las reglas eran claras, muchacho, no podía intervenir, tenías que arreglártelas para obtener de vuelta tu poder... y lo hiciste, vaya que arrebatarte la vida para que te regresaran a lo que eras, fue una jugada astuta y estúpida, era un todo y nada.

—Obtuve todo. —le recuerdo.

—Lo hiciste —sonríe con orgullo—, aún recuerdo la vez que se te ocurrió terminar con el espía que te había puesto Lucifer, entraste a media sesión con el cuerpo en tus hombros, lo dejaste caer en medio del tribunal y dijiste "La próxima vez que quieras saber algo de mí, pregúntamelo" —suelta una risita.

—Bueno, no me gusta que se metan en mi vida —aprecio la privacidad más que todo. Es por eso por lo que no vivo aquí. Con ellos.

—Fuiste bendecido con el don de coacción, fuiste bendecido con la oscuridad, con la semilla del caos, el dios del fuego fatuo te presto su magia... y ahora has obtenido las sombras. —Se pone de pie, camina a paso orgulloso hasta ponerse frente a mí—, fuiste mi hijo cuando no tenías nada, eres mi hijo ahora que lo tienes todo, serás mi hijo siempre —extiende su mano para que la tome—, quieres una corona, hijo, la tienes —tomo su mano para ponerme de pie.

Un trato con los demonios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora