Parte 2

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Katara miró la enorme estructura del edificio donde estaban los maestros aire y se intrigó un poco, no entendía por qué sí se suponía que ellos eran espíritus libres.

-Príncesa Katara,- le habló el monje que salía. -El maestro Gyatso la recibirá ahora.

-Le agradezco mucho,- ella le regaló una sonrisa y lo siguió adentro.

Las enormes puertas resguardaban el jardín más bonito que había visto, lleno de flores de colores, árboles enormes y mucho pasto. Había animales flotantes, grandes y esponjosos, además de unos cuantos monjes haciendo actividades como cuidar las plantas y levitar. Ella miró todo asombrada y realmente impresionada. Un monje calvo con flechas pintadas se acercó, era un hombre mayor con mirada y sonrisa amable.

-Katara, es un gusto tenerte aquí, no te veía desde que andabas con pingüinos.

-Oh, de eso ya hace tantos años,- se sonrojó un poco al pensar en sus travesuras infantiles.

-Ni tanto, sigues siendo una niña,- él le sonrió. Ella tenía 16, su familia desde luego ya no la consideraba así.

-Ya no me siento como una,- se sinceró un poco, al fin de cuentas era lo que tenía que hacer.

-¿Por qué no me acompañas a tomar un té y platicamos?- le señaló con la mano y lo siguió.

-Tienen unos jardines hermosos,- alagó con sinceridad.

-El mérito es de la naturaleza.

-Pero, alguien debe cuidarlos, ¿no?

-Eso sí es mérito nuestro, es verdad.

Llegaron a una pequeña salita, ya había té ahí, se sentaron y el monje sirvió dos tazas. Le dieron un sorbo y la princesa suspiró.

-Es un té realmente bueno.

-Es té de jazmín, mi aprendiz lo hizo, está mejorando la técnica.

-Delee felicitaciones de mi parte, por favor.

-Quizá lo haga, ciertas palabras pueden mejorar el día o la vida,- la miró sin soltar su taza. -¿Qué es lo que tú buscas que este pobre monje pueda ayudarte?

-Bueno,- suspiró tratando de encontrar las palabras. -En realidad quisiera un consejo de alguien que sea imparcial.

-Todas las personas son parciales, todos tienen un fin y una necesidad qué cubrir del otro, sobre todo en tu mundo.

-Oh, mi mundo. ¿Es algo malo?

-¿Para quién? ¿Para mí o para tí?

-Para ambos.

-Bueno, para mí no es bueno, tantos pasteles en los banquetes me hacen engordar,- tomó su barriga y se rió de su propio chiste. -Aunque, para tí es diferente, será bueno si te ofrece lo que necesitas.

-Lo que necesito no es importante,- ella negó con la cabeza. -Yo me debo a mi pueblo, nací con cierta posición que tiene que tomar responsabilidades.

-¿Responsabilidades según quién? ¿La corona o el pueblo?

-Mi matrimonio es lo mejor para la corona y el pueblo lo aprueba, eso es un equilibrio difícil de lograr, ¿no?

-Oh, el matrimonio, cosa demasiado seria,- sirvió un poco más de té para ambos, tomándose un poco más de tiempo para contestar. -¿Sabes por qué los nómadas-aire no se casan?

-¿No se casan?- preguntó intrigada, sabía muy poco de su cultura.

-No, los nómadas-aire no contraemos matrimonio. Es una acción muy fuerte donde le cedes tu vida y alma a alguien, nosotros creemos que eso no nos pertenece, así que, no podemos ceder algo que no es nuestro.

Deberes y DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora