Parte 21

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Odiaba sentir calor, era desesperante. Acostumbrarse a Ciudad República siempre le costaba, ella estaba contenta con ver a su hermano, pero no quería acostumbrarse al lugar. Se levantó de su cama, se puso la bata y caminó por la casa, los jardines eran lo más fresco que podía encontrar, así que deambuló por ahí un rato, se sentó junto a un estanque, siempre podría echarse agua si lo ameritaba.

Escuchó un carraspeó y dio un brinco, no sabía que había cerrado los ojos. A unos pasos estaba el joven que tanto le había robado el sueño en los últimos dos años. Llevaba en su mano el planeador y la miraba con precaución.

-Siento asustarte,- su voz sonaba tan... madura.

-No deberías de estar aquí,- logró decir, no se levantó de su lugar, sólo lo miró.

-Lo sé, lo siento,- pasó una mano por su calva cabeza. -En realidad vine a disculparme contigo.

-¿Conmigo?

-Por lo sucedido antes de que te fueras.

-Oh,- ella sacudió la cabeza. -Ya pasó mucho tiempo, no hay espacio para disculpas ya.

-Igual quería disculparme, me comporté grosero,- ella sacudió la cabeza. -Es correcto que me disculpe.

-Tenías razón ese día,- sonrió un poco para sí misma. -No tenía derecho a molestarme por nada, no éramos nada... no somos nada.

-Bueno, creí que eramos amigos,- parecía un poco apenado en decir eso.

-Los amigos no dicen cosas hirientes.

-Lo sé, lo sé,- se acercó y se sentó a su lado. -Por eso vine a disculparme.

-Te tardaste,- ¿por qué estaba tan molesta y nerviosa al mismo tiempo?

-Vine después de tu charla con Gyatso, pero ya no te encontré.

-Me fui esa tarde.

-Me enteré y me sentí muy mal, después de eso me dediqué sólo a entrenar y a aprender para tomar mis funciones como el avatar. No hubo más chicas.

-Bueno,- carraspeó un poco. -Me alegra que hayas puesto empeño, aunque eso no es de mi incumbencia, es tu vida privada.

-Yo quiero decirlo,- tragó saliva un poco nervioso. -Sólo he pensado en ti en todo este tiempo.

-¿En mi?- sentía que sus mejillas se estaban tiñendo de rojo.

-Sí, sólo pensaba en lo buena maestra-agua que eres y que enseñas mejor que mis maestros.

-Quizá abra una escuela, supe que hay una de metal control.

-También pensaba en la hermosa sonrisa que tienes, en lo bonito que brillan tus ojos cuando algo te hace gracia de verdad, la diferencia entre tu sonrisa diplomática y tu sonrisa genuina,- ¿por qué se estaba acercando a ella? -cómo arrugas el entrecejo cuando te concentras, lo poderosa que luces haciendo agua-control, lo bello que es tu rostro cuando se contrae de placer.

-Vaya,- estaba muy sonrojada. -Sí pensaste mucho en mí.

-Todo el tiempo, a todas horas, incluso mis sueños eran para ti.

-Gracias por tus disculpas Aang,- tragó un poco de saliva y se levantó de la banca, las piernas le pesaban un poco. -Ya las escuché, ya te puedes retirar.

-Espera,- apenas había dado dos pasos. -No he terminado.

-Yo sí,- giró para verlo de nuevo. -No es apropiado que un joven visite a una dama a estas horas de la noche, por más amigos que sean.

-Antes te gustaba que te visitara,- parecía un poco desesperado.

-Antes, ahora es momento de que te retires.

-Espera, espera,- le tomó una mano y se acercó a ella, reteniéndola sobre su pecho. -También vine a declararte mi amor.

-Estás de broma, ¿verdad?- si creía que eso le haría gracia, no lo hacía.

-No, te juro por todo lo que soy, vengo a declararte mi amor,- pegó su frente con la de ella, pudo sentir su aliento. -Te quiero en mi vida y ya no estoy dispuesto a dejarte ir, por nada ni nadie.

Y juntó sus labios, hacía tanto tiempo, tantas noches que soñó con eso y aquí estaba sin poder contenerse y corresponder, adiós a todas las imaginaciones donde lo abofeteaba y ponía en su lugar. Era tan dulce ahora, le pedía disculpas y le declaraba su amor de la manera más tierna y pura posible. Se separaron demasiado pronto.

-Por favor, dime que me aceptas de nuevo, haré lo que me pidas, sólo sé que no puedo vivir sin ti.

-Aang,- suspiró antes de destruir el sueño tan precioso que se le estaba formando. -No puede ser, me están consiguiendo un esposo, yo necesito casarme para estar con alguien y no puedo estar a escondidas contigo, la vida no me da para eso, no sería justo para mi futuro marido ni para nosotros.

-¿Por qué debes casarte? Yo prometeré estar toda la vida contigo, no necesitamos casarnos para vivir juntos y ser una familia,- parecía que estaba suplicando.

-No, Aang,- le dio un beso rápido en los labios. -En la sociedad, si yo vivo con alguien sin casarme, seré una paria, nadie querrá relacionarse conmigo y el honor de mi padre y de mi nación sería mancillado. Amo mucho al Polo Sur para hacerle algo así, por más feliz que me hiciera eso.

-Pero soy el avatar, pueden hacer excepciones por mi.

-No en eso, lo siento,- volvió a besar sus labios. -Fue hermoso verte de nuevo sin todo ese enojo de por medio. Gracias por esto, descansa.

-Katara...- se separó de él y caminó a su dormitorio, tenía que llegar ahí antes de soltarse a llorar.

Deberes y DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora