Parte 22

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Se dio un día para sentirse mal por Aang, su padre la dejó en paz cuando le informó que el cambio de clima la había afectado. Se quedó en cama, recibió ahí los alimentos y pasó gran parte de la tarde en la tina, para la hora de dormir, ya había llorado todo lo que debía por ese tema. Pronto le escribiría a Haru y aceptaría su propuesta de matrimonio, no sabía si podría llegar a amarlo, pero sí sabía que la vida amena sencilla con él, sería fácil tomarle cariño.

Al día siguiente se levantó, limpió el rostro, permitió que la peinaran y se maquilló para tapar su desgracia.

-Te ves mejor,- le comentó Hakoda durante el desayuno.

-El cambio de clima me sentó fatal,- sonrió un poco mientras se servía café. -El día de ayer logré regularizarme.

-Me alegro, porque tenemos una cena en la noche,- resopló un poco, ya quería volver al Sur. -Lo sé, pero esta cena la ofrece tu hermano en nombre del Norte, así que tenemos que ir para mostrar nuestra unión entre los Polos.

-Creí que era evidente nuestra unión entre los Polos, él es el representante de ambos.

-Sabes a qué me refiero.

-Sí, sí, familia feliz.

-Oye, sí somos una familia feliz.

Ambos soltaron a reírse, cuando apareció un sirviente y le entregó una nota.

-Dile que si gusta, puede acompañarnos a desayunar o si prefiere que lo vea en mi despacho.

Katara no le tomó importancia, podía ser cualquier asunto sobre política, quizá algunos de sus soldados, los que se hospedaban cerca de los barcos. Volvió el mensajero y su padre se fue con él al despacho, seguro era un tema de estado o entre naciones que ella no debía escuchar.

Desayunó con gusto su fruta, pan y un poco de carne seca, además de su preciado café. Poco tiempo después llegó el mismo sirviente.

-Princesa, el rey Hakoda solicita su presencia en el despacho.

Katara se levantó un poco asombrada, ¿sería algo de su hermano? ¿o del Sur? Estaba un poco nerviosa por cualquier cosa que le pudiera pasar a su nación, así que cuando entró al despacho y se encontró a su padre con Aang, se quedó muy sorprendida.

-¿Me llamaste, padre?- su voz sonaba bajita.

-Sí, hija ven, por favor,- se sentó junto a Aang en una de las sillas frente al adornado escritorio de su padre, donde se encontraba él. -Aang viene a contarme algo muy interesante de ti.

-¿De mi?- el muy traidor no se le habrá ocurrido decir que tuvieron asuntos, siquiera que se atrevió a besarlo.

-Sí, de ti,- su padre se veía muy serio.

-¿Qué cosa? ¿Hice algo?- se llevó la mano al pecho, genuinamente asustada.

-Al parecer hiciste algo tan grave que no tiene precedentes.

-¿Padre?- ahora estaba a punto de llorar.

-Comenta el joven avatar que está cautivado por ti,- los miró a ambos con asombro, Aang parecía muy serio, más que cualquier otra ocasión.

-¿Cautivado por mí?- parpadeó un poco confusa.

-El avatar ha venido con una propuesta formal para casarse contigo, viene a pedir tu mano,- ahora Hakoda sonaba un poco divertido.

-¿Casarse?- no podía siquiera imaginar que algo así se les ocurriera. -¿Es una broma?

-Al parecer no,- Hakoda sacudió la cabeza y sonrió. -Creo que los dejaré solos para que conversen un poco, cuando vuelva, espero que confirmes lo que dice o que él se retracte, no andaré con juegos en este asunto.

-¿Aang?- Katara lo miró asombrada cuando su padre salió.

-Ay,- se pasó las manos por el rostro con algo de desesperación. -Hasta mi nombre suena bonito cuando tú lo dices.

-¿Me puedes explicar qué está sucediendo?

-Lo que dijo tu padre, vine a pedirle tu mano en matrimonio, quiero casarme contigo,- asomó su rostro y le sonrió. -Creo que debo traer un presente, algo como una joya o así.

-Aang, ¿de qué estás hablando? A ti no se te permite casarte,- Katara se sentía ya molesta, no era justo que jugaran con sus sentimientos así.

-Bueno, al monje Aang no se le permite el matrimonio porque el alma se entrega durante este acto,- sonrió un poco más. -Pero a Aang el avatar si se le permite casarse, el alma para el avatar es un concepto diferente, porque ha trascendido a través de mí por un espíritu y los avatares pasados también se casaron. Así que mi alma sólo me pertenece en esta vida, no puede alcanzar la iluminación, después pasará a otro avatar. En esta vida puedo casarme sí quiero y quiero hacerlo contigo.

-Wow,- Katara se levantó y comenzó a caminar por el lugar, su mente daba muchas vueltas. -Esto es un gran shock para mí.

-Lo sé,- se levantó y fue hasta ella, la detuvo tomándole las manos. -Te juro que quiero pasar el resto de esta vida contigo. Sólo si tú quieres, claro.

-Oh, Aang,- se abalanzó y lo abrazó, se sentía tan bien estar así. -Claro que quiero, nada me haría más feliz.

Le dio un beso cálido, antes de que Hakoda abriera la puerta e hiciera que se separaran rápidamente, sólo la tomó de la mano mientras volvían a tomar asiento.

-¿Y bien?- parecía que el rey estaba sonriendo.

-Lo que dice Aang es correcto, padre y si tú no estás en desacuerdo, yo también deseo esa unión.

-¿Seguro que sabes que el matrimonio es para toda la vida, Aang?

-Para toda la vida,- sonriendo miró a Katara. -Estaré feliz de cumplir esa promesa.

-Excelente, entonces, yo, Hakoda, rey del Polo Sur acepto tu propuesta de matrimonio con mi hija, la princesa Katara del Polo Sur.

-Yo, el Avatar Aang, estoy contento de unirnos como familia.

Hakoda abrazó a ambos e hizo que abrieran una de sus mejores botellas para brindar con los dos. Estaba tan feliz, no sólo por fin casaría a su hija menor, sino, que la uniría con el ser más poderoso del mundo. Mejor, no lo creía.

Deberes y DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora