Había pasado una semana y a Juliana le habían dado de alta, durante esa semana solo fue visitada por sus padres, hasta Raúl la había ido a ver, la castaña no fue a visitarla durante toda esa semana, se entero por su mamá que ella y su novia se habían ido unos días de vacaciones, la morena pensó que tal vez la castaña había aceptado casarse y se fueron a celebrar.
Llegaron hasta la casa de su madre, vio unas maletas cerca de las escaleras.
-¿Y esas maletas? —le pregunto la morena.
—Son de tu padre —le contesto, la morena sonrió con picardia —. Se quedara en la habitación de invitados, no pienses nada malo.
—Yo no pienso nada malo —le dijo aun con la sonrisa, subieron las escaleras. Fueron a la habitación de la morena.
—Acuéstate y te voy a traer algo para comer.
—Gracias, por fin voy a comer algo con sabor —junto sus manos como agradeciendo al cielo, pero esa maniobra le causó dolor en el brazo.
—Ten cuidado. Ya ve a la cama.
—¿Cuanto tiempo más debo estar en cama? —le pregunto la morena.
—Lo necesario —le dijo mientras salía de la habitación, la morena se sentó sobre su cama y miró por la ventana, se fijo en la casa del árbol, soltó un gran suspiro, le daba pena verla toda dañada, pero eso le dio una idea. —Traje tu comida —le puso la bandeja en la cama.
—Gracias —le dijo —. Oye mamá, estaba pensando en arreglar la casa del árbol.
—Aun estas convaleciente, no puedes hacer esfuerzo.
—No haré tanto esfuerzo, mamá, no me quiero quedar aquí acostada aburrida sin hacer nada —le dijo la morena —. Además me sirve para distraerme —su madre la miro, sabía que estaba así de triste por la castaña.
—Solo si tu padre te ayuda.
—Esta bien —le dijo la morena.
La morena descanso primero unos días, su padre acepto arreglar juntos la casa del árbol, las cosas más duras las haría él.
Macario traía madera nueva para la casa, la morena tenía ganas de hacerla un poco más alta, para que al entrar no estuviera qué estar tan agachada, Lupita miraba a su hija y ex eposo desde la ventana de la cocina.
—Deberías invitarla a salir —le sugirio de repente la morena a su padre, los estaban arriba martillando el suelo.
—¿De quien hablas?
—De mamá —le contesto la morena, Macario desde donde estaba miró a Lupita qué regaba las plantas.
—¿Te ha dicho algo?
—No —contestó Juliana.
—Entonces no haré nada de eso —le dijo su padre.
—Aun le gustas.
—¡Demonios! —grito Macario, al oír eso se distrajo y se martillo el dedo.
—¿Están bien? —pregunto Lupita.
—Si, papá se martillo el dedo.
—Tengan más cuidado —les dijo la mujer.
—¿Tu crees que tu madre aun sienta algo por mi? —le pregunto Macario con timides.
—Se que le dolió mucho la separación, se que se hace la fuerte, pero en el fondo aun no te olvida, si no ya hubiera salido con alguien más, ¿no crees? —Macario solo miro a su hija —. Incluso Panchito el que vive en la otra esquina la invito a salir y ella no acepto —su padre miró a Lupita.