—¿El señor Ellery Queen?
—¿Y usted es...?
—Soy Albus Boher, padre de Christine Harden.
Ellery entreabrió los labios, descolocado por un segundo.
—Pase, pase —ofreció, echándose a un lado.
El anciano penetró en el salón y se sentó en un lento y quebradizo movimiento en el sofá. Ellery lo acompañó en el extremo opuesto y lo atendió con interés.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Señor Queen, ha empezado usted una guerra que espero que gane.
—¿Una guerra? Si se refiere al caso de su yerno, debe saber que yo no he empezado esto. Y tampoco existe un asunto real por el que pelear. No ha sido más que azar y... —Hizo el esfuerzo de sonreír y no sonar mezquino—: imaginación.
—Da igual cómo llegó usted a estar involucrado, pero ahora puede ayudar a poner el broche final.
—¿Y cuál le gustaría que fuera ese final, señor Boher?
—Que ese bastardo se pudriera entre rejas. —Los ojos del anciano vibraron de ira.
—Usted cree que el señor Harden mató a su hija —parafraseó Ellery.
—No es una creencia, sino una firme convicción. ¿No piensa usted lo mismo? —Se irguió con ayuda del bastón y examinó circunspecto a Ellery.
—Tampoco es que haya investigado en profundidad los hechos. Pero, a decir verdad, y siendo del todo sincero, no, creo que él no mató a su hija.
—¿¡Cómo puede decir semejante insensatez!? Usted, cuyo nombre está detrás de muchos de los exitosos e inauditos casos con los que la ciudad de Nueva York se ha topado, es capaz de decir que ese malnacido de Harden no le quitó la vida a mi hija. —Agarró el bastón con fuerza, dando la impresión de querer abalanzarse contra el escritor, deteniéndolo la debilidad de su cuerpo envejecido.
En un acto reflejo, Ellery se apartó unos milímetros, alerta a la reacción de su visita. Ese bastón podía causarle un terrible dolor a cualquiera.
—¿Por qué cree que su yerno mataría a su esposa?
—Porque es una sucia sanguijuela. Yo no quería que estuviera con mi hija, señor Queen. Le rogué, desde la primera vez que los vi juntos, que se deshiciera de él, que ella merecía algo mejor, pero estaba encandilada por las bonitas palabras que Harden cantaba a su oído. Me negué a que esa relación prosperara, ni siquiera permitía que pisaran mi hogar. Pero se casaron, obviaron mis palabras como si no fuera más que un estúpido viejo. —El rostro del señor Boher enrojeció—. Tuve que asistir a esa boda por mi hija, a la que adoré desde que la vi nacer, pero fue lo único que hice por ellos... Hasta que tuvieron a la más preciosa de las nietas que se puede desear. Claro que todo eso fue gracias a mi querida Christine —justificó con las manos en rezo.
—Por lo que he podido examinar del caso, me dio la impresión de que eran una familia muy unida. Los tres —enfatizó, aludiendo a padre, madre e hija—. Aylen defiende la inocencia de su padre.
—¡Aylen es solo una niña! —alegó enervado—. Siempre ha estado muy unida a él, lo protege de todo lo que pueda suponerle un problema. Si necesita algo, allí que está ella. Suponía que cuando creciera y dejara la mentalidad infantil que engrandece las figuras de los padres se daría cuenta del verdadero hombre que es James Harden, pero me equivoqué —reconoció con pesar—. No pude hacerle entrar en razón cuando lo taché de asesino... ¡Se enfrentó a mí! —La mano que sostenía el bastón se alzó al aire—. Se aferró a lo que le quedaba, al padre al que siempre idolatró. Prefirió escuchar la sarta de mentiras de ese malnacido antes que a su abuelo, al padre de su madre... No me hizo caso cuando le dije una y otra vez que él solo quería el dinero de la familia. ¡Sabe usted que tenía una amante! ¡Cómo pudo hacerle esa inmundicia a mi pobre hija! ¡Ni eso le sirvió a Aylen para dudar de su padre!
—Pero James Harden afirmaba amar a Christine. He de suponer que la cuestión de la amante llegó años más tarde. Por otro lado, el negocio no le iba nada mal. El dinero les sobraba.
—Ese negocio lo abrió gracias al dinero de mi familia, señor Queen. Debería informarse mejor.
Ellery torció los labios, tocado por el comentario que criticaba su exiguo análisis del caso.
—Entonces, qué me dice, señor Queen, ¿va a seguir adelante con el juicio y desenmascarar a Harden?
—Lo siento, señor Boher, pero no me ha entendido bien. Mi novela para nada se basa en este caso. Me han entrometido en una demanda civil por puro histerismo. ¡Claro que voy a ir a juicio! Pero para limpiar mi nombre, manchado con la palabra plagio.
—No va a colaborar.
—Al contrario. Voy a resolver este caso y a limpiar mi apellido. Si por el camino el nombre del señor Harden también queda impune, no puedo hacer nada.
El anciano se levantó de un respingo. Sin mediar palabra, tambaleó hasta la puerta y la abrió de un manotazo. Se giró de nuevo rabiando de ira; un matiz triste añadido desvirtuaba su mirada.
—No puedo desearle suerte en su investigación, señor Queen, sino todo lo contrario.
—Lo entiendo.
De un portazo, el señor Boher desapareció de su vista. Comprendía el rencor que asolaba al abuelo de Aylen Harden. Había tenido que lidiar con la inimputabilidad de su yerno y la ausencia de un culpable durante años. Y ahora que veía otra posibilidad, de nuevo le negaban la venganza. Pero ¿qué podía hacer él? Harden no sería un hombre con el que disfrutar de un café y una charla amigable, pero tampoco lo creía culpable del asesinato de Christine. Aunque la impulsiva demanda interpuesta no le hacía nada de gracia. Si con la investigación para purgar su propio nombre conseguía desenmascarar al autor del crimen y eliminar las habladurías sobre Harden, se verían las caras.
Encendió la televisión esperando dar con algún reportaje actual sobre el caso. Buscó el canal 6. Ante sus ojos, el rostro de Harden apareció en pantalla. Su cuerpo se tensó de inmediato. La retransmisión era de hacía dos días; aquel noticiario estaba emitiendo en diferido las acusaciones que el exculpado James Harden había interpuesto contra él. De pie, en una zona de su tienda de electrodomésticos, reclamaba una compensación por las calumnias que el entrometido y charlatán escritor había relatado mientras sujetaba el libro con fuerza frente a las cámaras.
Fatigado, se llevó la mano a la sien izquierda. Gracias a la maravillosa retahíla de improperios disfrazados entre palabras formales, Harden había logrado menoscabar su moral y ética profesional ante la ciudad de Nueva York. Los periódicos, conocedores de sus hazañas como detective aficionado, bordarían columnas con su nombre y falsas conjeturas que, sobre seguro, afectarían a sus dos amadas profesiones.
Era el principio de un largo y tenebroso camino a las profundidades de un abismo que no estaba dispuesto a cruzar.
Tenía que pararle los pies.
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[4] Ellery Queen: Copias Casi Perfectas
Bí ẩn / Giật gân🏆||Historia ganadora Wattys 2021 en la categoría Fanfiction||🏆 Años 50, Nueva York. Ellery, escritor de novelas de misterio y detective aficionado, se encuentra en el pueblo costero de Bar Harbor para unas merecidas y breves vacaciones que lo ale...