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Tim.

Después de esa noche desperté, con el sonido del mar, Tay a mi lado, la luz del día iluminando cada rincón del lugar, abracé con más aferración a Tay, no quería soltarlo en lo absoluto, estuve así hasta que él pudiera despertar, cuando despertó todo fue para mejor, abrió sus ojos y me miró, cuando me vio por primera vez en el día me dio de nuevo otra de sus sonrisas.

- Buenos días vaquero

- Buenos días Tay - lo abracé

Permanecimos así por unos minutos hasta que levanté mi mentón y vi el rostro de Tay, aún estaba mirándome, me acerqué y lo besé, él correspondió y estuvimos así por unos largos minutos, de pronto cambiamos de posición y Tay estaba posado sobre mí mientras el beso no se cortaba, mis piernas rodeaban las caderas de Tay mientras mis brazos se aferraban a su cuello, Tay acariciaba mi abdomen en todas sus regiones, el beso comenzaba subir de tono evidentemente, Tay comenzó a dar besos más húmedos en mi cuello mientras seguíamos completamente aferrados, sus besos eran una cosa deliciosa y única, me hacía gemir en su oído pues nunca había sentido esta clase de placer, volvimos a los besos en la boca hasta que yo le quite la camisa a Tay, él hizo lo mismo conmigo y nos aferrabamos en besos, piel con piel, yo estaba usando un short por lo que las manos de Tay entraban demasiado fácil a tocar mis piernas y posteriormente mis glúteos, cuando estuvimos completamente desnudos Tay entró en mí y venía esa sensación de placer de nuevo, esa clase de sensación irrepetible y tan única de él, él lograba darme placer carnal de una manera tan específica que la hacía especial, nuestras caderas se movían en señal de placer y continuación al sexo, de pronto Tay estaba de rodillas en la cama mientras yo estaba sentado en su regazo aún sin separarnos, los movimientos eran suaves, eran delicados, eran uno solo, esta sensación podía repetirla hasta el fin con él, el placer era suficiente para hacerme levantar mi cabeza hacia el techo, me sentía en una éxtasis tan humana, quizá se sentía más humana y tan nuestra cuando devolvía mi mirada y Tay me miraba fijamente como si fuese una especie de deidad para él, mis manos se posaron de nueva cuenta en su cuello y nuestras frentes se unían, los besos no tardaron en llegar a esta acción, todo se sentía tan eterno, no había nada más, no había playa, no había hotel, no había cama, no había planeta, no había humanos, no había vida alguna, solo nosotros dos en este sentir del amor.

- Te amo - dijo Tay

- Yo te amo más - le respondí

Y de pronto su cabeza se posó en mi pecho en señal de terminar este hermoso rato. Posteriormente tomamos una ducha juntos con más de nuestros interminables besos, la lluvia caía en nuestros cráneos y solo era un mundo para nosotros, parecía avaricia el sentir que ningún planeta podía ser digno de este amor y a veces… ni siquiera yo, así que me aferré a Tay como si de él dependiera mi latir, jamás sabes si el destino te quitará lo que te dio una vez, pero estoy seguro de que mientras sea el destino quien te dio lo que ahora tienes entonces no hay más que hacer más que disfrutarlo, apreciarlo porque un día entenderás la importancia que aquella cosa por más mínima que haya sido, todo deja su huella.

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