Diez

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Estar con alguien pensando en otro es como caminar por un jardín de rosas mientras anhelas el aroma de una flor que está fuera de tu alcance.

•••

Eran azules, sus ojos eran azules… pero no ese azul que cautiva.

- ¿A que te dedicas? – pregunta con una agudeza decepcionante. No vibraba, su voz no vibraba.

- Soy dueño de una empresa –

Él extraño se rio, una risa que no resuena, una risa que no termina con sonrisas ladeadas ni ojos coquetos.

¿Alberto? ¿Era así como se llamaba? Magnus no podía recordarlo.

- Wow, eso es increíble – Su mirada cambia, pero no por las razones correctas. Su postura es otra, esta nervioso, no hay duda. Pero no son esos nervios que entorpecen.

Otra cita… otra estúpida, incomoda y decepcionante cita. ¿Cuál era ya? ¿La cuarenta? ¿Cuarenta y cinco? No estaba seguro.

Los niños estaban en casa de Izzy. Ella y Simon los llevarían a ver a sus padres, quienes se habían mudado hace un par de años por trabajo.

Magnus no entendía como había terminado en esta situación, otra cita no era precisamente lo que él quería. Deseaba estar con sus amigos, hablar un poco, pero solo consiguió que le convencieran de hacer esto una vez más.

Albano era lindo, pero no de la forma que te hace mantener la mirada. No de la forma que te hace sentir especial.

¿Era ese su nombre? Magnus tenia sus dudas.

La cena termino y amablemente lo llevo a casa, no había que sumar dos más dos para saber porque lo hacia, el esperaba algo más y Magnus no planeaba dárselo. No se equivoco, la molestia del hombre era evidente cuando se negó a dejarlo pasar, pero a él no le importo y le cerro la puerta en la cara.

Pasaron los minutos y este pareció haberse marchado después de estar durante varios minutos tras su puerta gritando. Escucho el timbre tiempo después.

- Escucha – bramo, al pensar que era Arcadio quien estaba tras su puerta – vete de aquí o llamare a la policía –

Él sabia que no haría tal cosa, no deseaba tener esa clase de problemas. Había tenido suficiente por un día, estaba cansado, sentía un horrible vacío sobre su pecho, uno que parecía querer quedarse por un largo tiempo.

La otra persona rio, una risa resonante, una risa que aseguraba terminaba con una sonrisa de lado. Abrió la puerta en un parpadeo. Sus flores favoritas estaban justo delante de su rostro y un poco más arriba el azul que cautiva. Le fue imposible apartar la mirada.

El vacío en el pecho se fue, como si nunca hubiera estaba ahí en un principio. De nuevo esta aquí, sintiéndose la estrella más brillante del cielo, sintiéndose amado.

Alec hacia eso, bastaba con una mirada para hacerlo sentir especial, para hacerle ver que seguía estando desesperado por él.

Y eso es algo que ni Abelardo ni nadie más lo harían sentir nunca.

Si quieres que me quede - MalecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora