Los caminos de los cambios

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Pov creadora:

Pasaron 3 meses desde el suceso del capítulo al filo de invierno.

1 de marzo

Pov: Atenea

La primavera se asoma tímidamente, pero el frío aún se aferra al aire. No es tan cortante como en diciembre, pero sigue ahí, recordándome que el invierno no se va de un día para otro. Al igual que algunas heridas.

Estos tres meses han sido suficientes para dejar muchas cosas atrás. Danny ya no ocupa mis pensamientos como antes. Nuestra distancia se volvió definitiva cuando dejamos de coincidir en los pasillos, cuando ya ni siquiera compartimos las mismas clases. Solo en proyectos, si hay suerte, nuestras rutas se cruzan. Pero ya no me importa. Porque he seguido adelante. Porque hay alguien más.

Es extraño cómo el corazón se recupera sin que uno se dé cuenta. Un día me desperté y la sensación de vacío ya no estaba. La melancolía por lo que fue con Danny se convirtió en un recuerdo sin peso. Ahora hay una nueva presencia en mi vida, alguien que ha logrado iluminar mi mundo de una manera diferente.

Su nombre es Lucas. Nos conocimos en la cafetería donde Danny y yo solíamos vernos siempre. Aquel lugar que alguna vez estuvo lleno de conversaciones compartidas con él, ahora tenía un significado distinto. Recuerdo el día en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Yo estaba sentada en mi mesa habitual, con un café entre las manos, cuando él se acercó buscando un lugar donde sentarse. La cafetería estaba llena, y sin pensarlo mucho, le ofrecí el asiento frente a mí.

La charla fluyó con naturalidad. Al principio fueron comentarios casuales sobre la música que sonaba en el local, luego pequeñas confesiones sobre el cansancio de la rutina escolar. Para cuando me di cuenta, llevaba más de una hora hablando con él. Fue fácil, fue diferente y, sobre todo, fue nuevo.

No sé exactamente cuándo empecé a sentir algo por él. Tal vez fue en una de esas tardes en la biblioteca, cuando nuestras conversaciones se volvieron más largas que el tiempo que pasábamos estudiando. O quizás cuando se ofreció a ayudarme con mi bicicleta después de que la cadena se soltara. Es atento, divertido y, sobre todo, me hace sentir cómoda siendo yo misma.

Cada día, su presencia en mi vida se ha vuelto más evidente. Nos enviamos mensajes hasta tarde, compartimos almuerzos cuando nuestras horas coinciden y, aunque no estamos en las mismas clases, siempre encuentra la manera de aparecer en los momentos en que más lo necesito.

Hoy, mientras camino hacia la escuela, lo veo esperándome en la entrada. Me sonríe al verme, y algo en mi pecho se siente ligero, como si todo el peso del pasado finalmente se hubiera desvanecido. Tal vez los cambios no son tan silenciosos como creía. Tal vez algunos cambios llegan con una sonrisa que ilumina todo a su alrededor.

—¿Te has quedado dormida? —bromea mientras me acerco, su voz ligera, como siempre. La familiaridad de sus palabras, el tono cómodo, me hace sonreír. No me cansa estar cerca de él.

—Un poco —respondo, guiñándole un ojo—, pero es que la primavera me tiene distraída.

Él se ríe, esa risa cálida que siempre logra sacarme una sonrisa sincera. Caminamos juntos hacia el interior de la escuela, charlando sobre cualquier cosa: algo gracioso que le pasó en clase, un nuevo lanzamiento musical, lo que sea. No hay presiones, no hay complicaciones. Solo el ritmo sencillo de una amistad que, poco a poco, se ha ido colando en algo más.

Al entrar, me detengo un momento frente a la puerta del aula. Me siento más ligera. Como si, finalmente, mi cuerpo hubiera encontrado su lugar, su equilibrio. Ni el frío que se resiste a desaparecer ni el pasado que intenta aferrarse a mis recuerdos pueden robarme esta sensación.

—Nos vemos luego, ¿vale? —dice Lucas, antes de girar hacia su clase.

Asiento y me doy la vuelta para entrar en la mía. Y mientras lo observo alejarse, no puedo evitar pensar en todo lo que ha cambiado. En cómo, en su propio tiempo, el corazón puede sanar y permitir que nuevos comienzos lleguen sin necesidad de forzarlos. En cómo los cambios, por más imperceptibles que sean, son siempre los que nos llevan al lugar que necesitamos estar.

Es curioso cómo el destino parece tener un sentido del humor. Justo cuando me siento en paz, cuando creo que las piezas finalmente encajan, el universo decide que aún hay algo más por aprender.

Al cruzar el umbral del aula, me encuentro con una figura que no esperaba ver. Danny. Allí está, en medio del pasillo, con la misma expresión algo distraída que solía tener cuando nos encontrábamos por casualidad. Mi corazón da un pequeño brinco, y por un segundo, siento como si el tiempo se hubiera detenido.

Él me ve casi al mismo tiempo y, por un momento, sus ojos parecen buscar algo en los míos. Algo que no sé si quiero que encuentren. No sé si quiero que vea el cambio que he atravesado, ni la tranquilidad que ahora me acompaña, ni lo diferente que todo se siente en su presencia.

—Atenea... —dice con esa voz que solía tener el poder de hacerme desmoronarme. Pero hoy, al escucharla, me suena distante. Como si viniera de un lugar que ya no pertenece a mi vida.

Me quedo en silencio, dándole tiempo a mis pensamientos para organizarse, para que el eco de su nombre no me haga tambalear. Finalmente, me acerco y le dedico una sonrisa, una de esas que ya no esconden nada más que una amabilidad educada.

—Hola, Danny —respondo, sin saber si la simpleza de mi saludo es suficiente para cubrir la brecha que hemos dejado entre nosotros.

Puedo ver su mirada deslizarse por mi rostro, como si estuviera buscando alguna señal de lo que fue, de lo que alguna vez significó para mí. Pero no hay nada. No hay más resquicios de lo que fuimos, ni de la amistad que compartimos, ni de las sombras que nos persiguieron.

—¿Cómo estás? —pregunta, y aunque parece genuino, sé que hay algo más detrás de sus palabras. Quizás la curiosidad de saber qué he estado haciendo en todo este tiempo. O tal vez solo una rutina, un intento de ser cortés.

—Estoy bien —respondo con firmeza, sin titubear. No necesito explicaciones. No necesito que me pregunte más. Mis palabras son sencillas, claras, pero también están llenas de una verdad que ni yo misma esperaba descubrir tan fácilmente. He seguido adelante.

Un silencio se extiende entre nosotros, denso y pesado. Las palabras ya no fluyen con naturalidad, como antes. Todo lo que teníamos se siente como un viejo libro que ya no deseo leer, aunque lo haya leído mil veces. Algo en el aire cambia, y por un instante, el pasado parece filtrarse en el presente.

Finalmente, él asiente con una leve sonrisa que no llega a sus ojos. Quizás siente lo mismo que yo. Tal vez también ha seguido adelante, aunque de una manera diferente.

—Nos vemos —dice, y antes de que pueda reaccionar, se aleja hacia su clase, dejándome con una sensación extraña en el pecho.

Miro su figura alejarse, y por alguna razón, no siento tristeza. Solo aceptación. Porque, al final, lo que hemos sido ya no tiene poder sobre lo que somos ahora. Y tal vez, solo tal vez, es la manera correcta de seguir adelante.

El timbre suena, y me siento lista para enfrentar el día.

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora