10: Sangre por sangre.

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Son las tres de la mañana, Jungkook está paseando a sus perros por el patio de la mansión y, a pesar del clima helado, no tiene prisa por entrar. Elogia al perro más ágil, que casi derriba a su dueño, y nota a los guardias corriendo hacia la salida. Un minuto más tarde, el alfa escucha que las puertas de hierro se abren y la camioneta de Hoseok entra al patio.

—¿Por qué llegas tan temprano? —Jungkook acaricia suavemente la espalda del enorme Rottweiler y se dirige a su amigo que se ha acercado.

—Estaba pensando en sí decírtelo o no, no podía dormir —camina nerviosamente Hoseok y, tiritando, se levanta el cuello de su chaqueta acolchada—, ¿sabes que Kush está en Calderón?

—Lo sé —Jeon se pone de pie y camina hacia la casa—. No parece que quiera problemas, déjalo estar.

—Vino por una deuda. —lo alcanza Psycho.

—No tenemos ninguna deuda con él —Jungkook se vuelve hacia el otro alfa—. ¿Viniste a verme en medio de la noche solo por Kush?

—Secuestró al omega de su deudor. Sabes de sobra quién es su deudor. —deja escapar Hoseok en un suspiro.

—¿Kush secuestró a Yoongi? —Jungkook se pone sombrío y Hoseok ve el brillo de una llama ardiente en sus ojos.

Hoseok asiente: —Y aparentemente no pagarán la deuda.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —Jungkook, cuya bestia está tratando de conseguir un arma e ir tras el omega, mira nerviosamente a su gente que camina por el patio.

—Antes del amanecer.

—Llama a Kush, y a los muchachos, ordenaré que nos pongan la mesa.

—¿Aquí? ¿Ahora? —Hoseok lo mira sorprendido.

—No tengo cara de bromista, ¿o sí? —murmura con un tono que helaría a cualquiera— Rápido, y trae el dinero.

—Pero ni siquiera preguntaste cuánto, y luego...

—Me importa un carajo cuánto. Estoy esperando. —Jungkook, sin decir más, entra a la casa, dejando a Hoseok gritando al teléfono.

Para Jungkook, todo el pasado se vuelve menos importante cuando se trata de la vida de Yoongi. Incluso devorará su orgullo, pero el corazón del omega no dejará de latir, y no porque en el mismo momento el corazón de Jungkook se quedará en silencio para siempre, sino porque es su sonrisa la que mantiene este planeta en equilibrio.

Dos horas más tarde, el jardín de la mansión de Jungkook se llena con los autos de los líderes del Leviatán y del cartel Kush. Jungkook personalmente sale a recibir a su invitado que camina hacia él con los brazos abiertos. Jungkook conoce a Kush desde hace cinco años. Debido a que tienen intereses diferentes y no interfieren en los asuntos del otro, los alfas se han reunido personalmente solo un par de veces.

—Sobreviví para el día en que el mismísimo Diablo me reciba en su casa. —el hombre fornido le da una palmada en la espalda al alfa.

—Lamento que, sabiendo que has estado aquí durante tantos días, solo pude llamarte para desayunar temprano ahora. —lo saluda cálidamente Jungkook.

Kush saluda al resto de los chicos y se dirige a una mesa enorme, alrededor de la cual corren los sirvientes, levantados en medio de la noche.

—Sé honesto —Kush mira a Jungkook—. No hice nada que no te guste. Somos gente de la calle, conocemos las reglas y cruzar la calle hacia Leviatán es lo último que quiero.

—Por eso te invité —comienza Jungkook—. Sé que eres un hombre de palabra y aprecio tu no interferencia en mis asuntos, así como tú aprecias los míos, pero sucedió algo que no podías saber, y que definitivamente no es tu culpa.

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