11: Némesis.

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Jimin pasó algunas horas solo en aquel apartamento, descansa en una silla que está en una esquina de la sala y dormita ligeramente, hasta que Namjoon llega. El omega está demasiado cansado para recordar aquella vez en que sintió por primera vez a la bestia del Lobo con tanta fuerza, así que camina hacia el sofá y el alfa que lo trajo se queda en la puerta.

—No te preocupes, no voy a huir. No puedes esconderte de Leviatán —le dice Jimin y tirando del jarrón sobre la mesa hacia él, nota que está vacío.

Jimin no recuerda la última vez que comió, al parecer, en prisión, y antes de la subasta le ofrecieron una cena ligera, pero estaba demasiado nervioso para tragar ni siquiera un bocado. Su estómago ruge traicioneramente y el omega, sin tener en cuenta toda decencia, se dirige a la cocina.

Como era de esperar, dado que Namjoon no vive en Amaho, el refrigerador está vacío. Jimin encuentra una bolsa de granola en uno de los armarios y regresa a la sala. Como no hay leche, él, haciendo una mueca, mastica la granola y la bebe con agua.

Media hora más tarde, el guardia escolta al apartamento a un omega desconocido, que resulta ser un médico. El médico examina la herida de Jimin, le deja un ungüento y le cambia el vendaje. Jimin ya está cansado de estremecerse ante cada ruido de la puerta, la espera pone sus nervios a prueba, así que cuando escucha un distorsionado: "el jefe se está levantando" en la radio del guardia, se asusta y exhala. No hay necesidad de esperar más.

Diez minutos más tarde, Kim Namjoon entra a la sala y, saludando al guardia, camina hacia el sofá donde está sentado el omega con las piernas cruzadas. El alfa se quita el abrigo y, colocándolo en el brazo del sillón, se hunde en él.

—No tomé en cuenta que no tenía nada comestible —dice el hombre, notando una bolsa con granola en las manos del chico y llama al guardia—, ¿Tienes alguna preferencia alimentaria? ¿Alérgico a algo? —le pregunta a Jimin y el omega niega con la cabeza.

Mientras el guardia se va con los pedidos, Namjoon está sentado más cómodamente en el sillón, examinando cuidadosamente al omega. El chico frente a él está exhausto, su rostro está delgado, sus ojos irritados por las lágrimas están cubiertos por un velo de fatiga, y Namjoon siente una fuerte necesidad de envolverlo en una manta, recostarlo en el sofá para abrazarlo. Ahora en esta habitación no está la Santa Muerte, que con una mirada hace temblar a todos los corazones, no, ahora es un niño perdido y destrozado quien se sienta frente suyo, y el propio alfa está desconcertado por los nuevos sentimientos que de repente estallaron.

—¿Duele? —señala el vendaje y trata de distraerse de aquellos sentimientos extraños.

—No tienes que ser amable para follarme —el omega pone la bolsa de granola sobre la mesa.

—Cuando pedí la marca, no sabía que después de años conocería a su dueño, la vida es increíble —Namjoon ignora su burla.

—Y cruel.

—Y cruel —coincide el alfa—. Lo siento por tu pérdida.

—¿Aaron sabe que me compró? —Jimin se aleja del tema. El omega por más que lo intenta no puede mirarlo a los ojos. Examina las cortinas detrás de él, la pared que había estudiado antes de venir y, sin fijarse en nada, lee la inscripción en la bolsa de granola.

—Puedes llamarme por mi nombre, deja las formalidades —dice el alfa en voz baja—. Aaron aún no lo sabe, pero no creo que sea importante.

El guardia de seguridad regresa y Jimin traga ruidosamente solo por el olor.

—Come —dice Namjoon.

El omega no necesita que se lo digan dos veces, acerca un recipiente con carne humeante hacia sí mismo, mientras Namjoon abre una lata de cola para él.

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