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Parte III

Había pasado una semana desde ese encuentro y solo se puede resumir en una sola palabra...

Sexo.

No había día en dónde estos dos no unieran físicamente sus cuerpos.

Sexo en el lago, en la montaña, en el bosque, en la cabaña, en el baño, en el jacuzzi, detrás de la oficina, en el bote, en las cabañas de sus amigos, no había lugar que se salvará.

No supo en qué momento Max consiguió lubricante, condones... Muchos condones y un butt plug para tenerlo enterrado en el culo y retirarlo cada vez que le apetecía enterrar su libio dentro de él.

En conclusión... Su vida sexual estaba bien.

– M-Max... – el latino prestaba su trasero al europeo con sus piernas abiertas temblorosas, ya no podían más, a pesar de que estaba en el sofá sus rodillas ya le dolian, sus uñas se aferraban al respaldo del sofá con la espalda arqueada. Lo sentía tan adentro, tan caliente y tan delicioso.

Su cuerpo se movía escasos centímetros hacia adelante en cada empuje directo hacia su próstata. Comienzo a mover sus caderas desesperado por su liberación. Sollozó al sentir la mano del rubio acariciar su erecto falo.

– vamos Sergio, tengo tiro con arco hoy – apresuró el orgasmo.

Max dejó su falo en cuestión de segundos subiendo ambas manos a sus pechos, el mexicano soltó un grito ahogado cuando comenzó a abusar esas pequeñas masas de carne, la respiración caliente chocaba con su nuca, seguía encerrandose dentro de él sin considerar su propio placer sintiendo como la base del miembro del rubio golpeaba sin piedad su próstata.

Recargó su cabeza en el hombro del contrario mirando el techo con lágrimas placenteras que nublaban su juicio. Estaba siendo usado y no había centímetros de su cuerpo que Wolff no abusara con sus manos, estaba tan lleno de marcas.

Y le encantaba.

– ay no por favor.

Una tercera voz se une, ambos alzan la cabeza hacia la puerta. Mick con una mirada espantada y Nico con una sonrisa orgullosa, ambos parados de en la entrada.

Max inmediatamente tumbó a Sergio debajo de él cubriendo su cuerpo escondiéndose detrás del sofá.

La escandalosa risa de Nico se escuchó desde dónde estaba.

– ¡Felicidades Checo! – aplaudió – ¡Sabía que sería Max quién termine entre tus piernas primero!

El mencionado se sonrojó hasta las orejas.

– por dios ¡Vamos por su pastel de felicitaciones por dejar de ser virgen!

Ay no.

Sergio aventó el cuerpo de Max a un lado y salió de su escondite, mostrando medio torso.

– ¡No! ¡No te atrevas, Nico Rosberg! – lo señala de manera acusadora.

Nico silbó.

Mick seguía sin decir nada.

– pues con razón Max está pegado a tí ¿Eres omega? Que envidia de pechos.

El torso de Sergio estaba lleno de mordidas y chupetones. Pero sus bonitos pechos... Eran los que se robaban el show, estaban tan abusados, tan rojos y tan utilizados por la boca del rubio qué se veían bastante apetecibles, incluso aún tenían saliva del alfa sus rosados pezones.

– ¡Sergio! – Max gruñó para nada contento de que esté mostrando su cuerpo. Sobre todo sus fantásticos pechos.

Lo atrajo de nuevo debajo de él, para qué los omegas no vieran su cuerpo.

My Very First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora