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Parte II

Checo secó su cabello sintiéndose agotado después del largo día de excursión. El agua caliente había hecho maravillas para relajar sus tensos músculos. Dejó la toalla a un lado, con su pijama puesta, el dolor muscular había cesado pero en su lugar el resfrío lo estaba matando, tenía un horrible calor todo el tiempo y sudaba al punto de empapar sus playeras, estaba harto. Y era sumamente desagradable.

Vió a Max entrar al cuarto después de tomar su turno en las duchas. Su respiración se atascó momentáneamente en su garganta.

Una toalla colgaba precariamente de sus caderas dejando al descubierto su torso desnudo y la línea musculosa de su espalda secándose el cabello mojado con una toalla pequeña. Los músculos de su ancha espalda se flexionaron mientras movía los brazos. Su mirada se demoró sin querer sobre la firmeza de sus omóplatos esculpidos, bajando por la curva de su espina dorsal hasta...

Sacudió la cabeza violentamente, sintiendo cómo se ruborizaba. No era la primera vez que lo veía sin ropa, pero por alguna razón hoy no podía apartar los ojos. Max tenía un cuerpo verdaderamente atlético después de años de rudo trabajo para el karting.

Apartando la mirada, se enfocó en otra cosa como mirar su celular acotandose sobre la litera de arriba que le había tocado.

– ¿Y Mick? – escuchó su voz.

– no lo se – respondió sin siquiera mirarlo.

Max era capaz de quitarse la toalla delante de él y no porque haya confianza sino por conocerse de años.

Entonces los pensamientos prohibidos persisten, acechando en las sombras de su mente. Se imaginaba de maneras nada amistosas y placenteras con el neerlandés encima de él enterrando su...

No, no, no.

Se esfuerza por mantener una postura recta en esos pensamientos temiendo lo que pueda suceder si se permite a sí mismo explorar esas imágenes ilegales en su cabeza.

Por dios ¡Es Max! Lo conoce desde cachorro y se odian. Además de seguro le gustan los omegas, ellos se pueden adaptar bien a los alfas y más si es un dominante. Él aún no muestra casta.

Se metió rápidamente bajo las sábanas. Con suerte el sueño ahuyentaría esas cosas sobre su compañero de cuarto antes de que pudieran arraigarse.

La temperatura de su cuerpo comenzó a subir de nuevo y no por dolor o molestia, reprimió un jadeó, de repente su cuerpo comenzó a hormiguear, se removió en su cama tratando de buscar el lado frío con desesperación. Gruñó descubriéndose para abrir la ventana bajo la mirada de Max que lo observaba con el ceño fruncido, seguía parado en medio de la habitación.

Lo ignoró bajando de la litera.

Sus ojos lo traicionaron desviándose hacía él.

Verlo fue peor... Quedo embelesado admirando la forma en que una gota de agua resbaló desde su cabello rubio, siguiendo una sinuosa línea entre sus clavículas, bajando por el abdomen marcado hasta perderse en la V de su cadera. Tuvo que reprimir el impulso de apartar la toalla y seguir el curso del agua con sus dedos, explorando cada elevación y cada valle de su fornido abdomen.

– Sergio... – murmuró con voz ronca.

Un escalofrío recorrío toda la columna del mexicano que afectó en su entrepierna, se quedó pegado donde estaba observando como Max olfateaba el aire moviendo su nariz.

¿Qué estaba oliendo?

Entonces pudo notar como el color azul de los ojos del contrario se tornaban en un negro primitivo. El alfa dominante se acerca al tapatío, su mirada fija en el cuello expuesto. Con un gesto instintivo, inclina la cabeza ligeramente hacia adelante y lleva su nariz hacia la suave piel del latino.

My Very First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora